El Papa Francisco presidió ayer la tradicional celebración litúrgica del Domingo de Ramos y la Pasión del Señor en la Plaza de San Pedro, donde bendijo palmas y ramas de olivo, y dijo que el "estilo" de los cristianos debe ser la "humildad".
Miles de personas acudieron ante la Basílica de San Pedro, donde el pontífice fue testigo de la procesión de las palmas e impartió su bendición en el primer gran acto de la Semana Santa, el que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén.
El Papa llegó a pie al lugar, se detuvo unos instantes ante el paso de la procesión y se dirigió luego hacia el centro de la plaza, donde varios olivos adornaban el espacio situado al pie del obelisco, bajo el brillante sol romano. Posteriormente, el pontífice procedió a la bendición de las palmas y olivos, un acto tradicional con la que comienza la Semana Santa y Pascua de Resurrección.
Después, Francisco se dirigió a la explanada situada ante la fachada principal de la Basílica de San Pedro para presidir la celebración de la eucaristía. En su homilía, dijo que "el estilo" de los cristianos debe ser la humildad y que "el camino de Cristo" no es el de "la vanidad, el orgullo y el éxito". La humildad, afirmó, es un "estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde".
En contraposición a ese "estilo", puso el ejemplo de "otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito". Y consideró que esta otra vía "el maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo".
Al final de la celebración litúrgica, el Papa rezó el habitual Ángelus con los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, aunque no desde el balcón del palacio apostólico sino desde el mismo lugar desde el que presidió la eucaristía. El pontífice leyó un mensaje en el que recordó a las víctimas del avión de Germanwings que se estrelló en los Alpes franceses y pidió la intercesión de la Virgen María por las personas fallecidas.
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El Papa Francisco presidió ayer la tradicional celebración litúrgica del Domingo de Ramos y la Pasión del Señor en la Plaza de San Pedro, donde bendijo palmas y ramas de olivo, y dijo que el "estilo" de los cristianos debe ser la "humildad".
Miles de personas acudieron ante la Basílica de San Pedro, donde el pontífice fue testigo de la procesión de las palmas e impartió su bendición en el primer gran acto de la Semana Santa, el que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén.
El Papa llegó a pie al lugar, se detuvo unos instantes ante el paso de la procesión y se dirigió luego hacia el centro de la plaza, donde varios olivos adornaban el espacio situado al pie del obelisco, bajo el brillante sol romano. Posteriormente, el pontífice procedió a la bendición de las palmas y olivos, un acto tradicional con la que comienza la Semana Santa y Pascua de Resurrección.
Después, Francisco se dirigió a la explanada situada ante la fachada principal de la Basílica de San Pedro para presidir la celebración de la eucaristía. En su homilía, dijo que "el estilo" de los cristianos debe ser la humildad y que "el camino de Cristo" no es el de "la vanidad, el orgullo y el éxito". La humildad, afirmó, es un "estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde".
En contraposición a ese "estilo", puso el ejemplo de "otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito". Y consideró que esta otra vía "el maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo".
Al final de la celebración litúrgica, el Papa rezó el habitual Ángelus con los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, aunque no desde el balcón del palacio apostólico sino desde el mismo lugar desde el que presidió la eucaristía. El pontífice leyó un mensaje en el que recordó a las víctimas del avión de Germanwings que se estrelló en los Alpes franceses y pidió la intercesión de la Virgen María por las personas fallecidas.
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