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30 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Póstuma carga

Sabado, 19 de julio de 2014 00:00

Doña Carmen entrevió que era el momento de la póstuma carga cuando el cerro empezó a ceder bordado de tanta sangre como había dado el hilado de la lucha. Y la voz de carga de doña Carmen fue tan poderosa que el mismo Eleuterio, que estaba echado herido en brazos de la abuela Nazaria, junto a la Virgen del Rebozo, sonrió con su dolor y Carlos, el desertor, redobló su lucha.

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Doña Carmen entrevió que era el momento de la póstuma carga cuando el cerro empezó a ceder bordado de tanta sangre como había dado el hilado de la lucha. Y la voz de carga de doña Carmen fue tan poderosa que el mismo Eleuterio, que estaba echado herido en brazos de la abuela Nazaria, junto a la Virgen del Rebozo, sonrió con su dolor y Carlos, el desertor, redobló su lucha.

Y Leonor y la Donata peleaban por el lado occidental del campamento desbarrancando realistas hacia el río y ya la noche se había clavado en el suelo como una espada. Entonces, recién entonces, ya cansados sabiendo que era en vano, los soldados del rey descendieron por el faldeo por el que habían dado en el corazón del campamento gaucho, envileciéndose en degollar heridos, y los hombres acaudillados por doña Carmen los persiguieron.

Los persiguieron hasta el bajo, donde la playa del río borraba el rastro de los godos que escapaban, y cuando el sol aclareció a sus espaldas los hombres supieron que habían peleado toda la noche y cayeron exhaustos en ese suelo en el que la sangre había bordado ya por siempre el barro con su amarre.

Caían ebrios ya no de victoria ni del dolor de los caídos sino del espanto que les soplaba el rostro como un viento del norte y quedo. Y doña Carmen, con su luto en el vestido, recorrió tanto destrozo sufrido y tanto cuerpo inerte y tanto guerrero caído en su desesperado cansancio. Y entonces Carlos se abrazó a la Leonor y Tomás a la Donata, y Humberto ayudó a andar a Eleuterio porque había que alejarse del campamento.


Ricardo Dubín

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