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El último bosque virgen de Europa

Jueves, 01 de diciembre de 2011 18:45

Por Arnd Petry

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Por Arnd Petry

BIALOWIEZA / POLONIA (dpa) - Para encontrar el último bosque virgen de Europa hay que viajar al Este, hasta el Parque Nacional de Bialowieza, en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, donde se encuentran árboles centenarios gigantescos y casi todos los mamíferos que existen en el continente.

Irek Smercynski empuja la pesada puerta de madera que da paso a la zona más protegida del parque, donde los visitantes no pueden entrar sin un guía. Un bosque donde viven lobos, linces y los mayores mamíferos de Europa, y con ellos numerosas plantas, hongos y animales que están extinguidos en otras partes.

Sobre las cabezas estiran sus copas algunos de los árboles más altos del continente, la joya del Parque Nacional de Bialowieza, el único lugar que puede ser llamado realmente "bosque virgen" en Europa.

"Son las 7:00, ya es muy tarde para ver animales, tendríamos que haber empezado antes", deja claro Irek, que con sus treinta y pico lleva toda la vida viviendo en la aislada Bialowieza y que combina su trabajo en la estación de geobotánica de la Universidad de Varsovia con el de guía. "Pero podemos ver el bosque primario, los árboles no se mueven de su sitio".

Aunque sí se caen tarde o temprano. Y a primera vista esa es la gran diferencia con los bosques plantados por el hombre: en Bialowieza hay troncos de varios metros de grosor en el suelo por todas partes: de robles, tilos y olmos que se hicieron viejos y se mantuvieron hasta que una tormenta los derribó.

Los abetos y robles llegan hasta una altura de un edificio de doce pisos y los arces, carpes y tilos hasta los 30 metros. "Un tercio de los árboles tienen más de 150 años", explica Irek.

Estamos de pie en un claro. "Cuando un árbol se derrumba y abre un hueco en el techo de hojas, comienza una carrera", señala Irek. "Los árboles jóvenes crecen lo más rápido que pueden, y el que llega primero arriba y le tapa la luz al resto, sobrevive".

Como consecuencia de ello, los robles tienen aquí un aspecto muy distinto al de los que crecen con enormes coronas en superficies amplias. Aquí los troncos de hasta dos metros de diámetro parecen columnas y las ramas y al copa no crecen sino hasta los 15 metros de altura.

Pero esta forma de crecimiento tiene su precio: los gigantes del parque de Bialowieza se derrumban con 500 años, la "edad de oro" para un roble común.

Desde todas direcciones retumban golpes duros y huecos tan rápidos que hacen pensar en una ametralladora. "Aquí viven todas las especies de pájaros carpinteros que existen en Europa", aclara Irek. "Los troncos carcomidos de los árboles viejos son un sitio ideal para anidar para ellos".

Un ámbito también excelente para los hongos, de los que hay 3.500 especies catalogadas en Bialowieza. Algunos pasan desapercibidos, pero otros ofrecen un toque de color en medio del verde del suelo, como unos Laetiporus sulphureus que surgen amarillos y naranjas de una grieta en la corteza de un roble.

El hongo es el primer signo del futuro derrumbe, porque ablandará el tronco. Luego vendrán los pájaros carpinteros y los insectos y, en algún momento, quizás dentro de 50 años, el viento hará el resto.

Cuando los rayos del sol vuelven a alcanzar el suelo después de mucho tiempo, los pequeños robles tienen una oportunidad. "Nosotros queremos proteger este proceso de vida y muerte de los árboles", indica Irek. A diferencia de lo que ocurre en un bosque plantado por el hombre, aquí hay un mosaico de diferentes estratos, una variedad que hace posible la gran cantidad de especies.

En el parque viven 56 mamíferos, que incluyen a todos los que existen en el Viejo Continente, desde osos a lobos, pasando por tejones, castores, alces, ciervos rojos y el animal insignia del lugar, el bisonte europeo. Estos macizos animales son el motivo de que el bosque de Bialowieza haya sobrevivido a lo largo de los siglos.

Ya hace unos 600 años, los reyes polacos se reservaron los bisontes de hasta 900 kilos para su caza privada, y para preservarlos se prohibió talar los árboles. Los zares rusos, que dominaron la zona entre 1795 y 1918, convirtieron al bosque en su propiedad privada y la caza furtiva de los bisontes estaba penada con la muerte.

Sin embargo, la decadencia de los zares y la Primera Guerra Mundial acabó con el último bisonte salvaje, que fue abatido por un guarda forestal en febrero de 1919.

Poco después comenzó la historia moderna del parque natural. En 1923 fue puesto bajo protección, y en 1932 fue creado el primer parque nacional de Polonia. Para entonces hacía tres años que los bisontes habían sido reintroducidos, con los últimos ejemplares traídos de zoológicos a una estación de reproducción.

El proyecto fue exitoso y actualmente hay en todo el mundo unos 3.000 bisontes que proceden todos del primer grupo criado en Bialowieza. En el bosque polaco hay unos 900 y otros 500 del lado bielorruso, en dos grupos que no se mezclan. "Eso podría aumentar el problema de la reproducción a largo plazo", comenta Irek.

La mejor opción para ver a los bisontes salvajes es el "Sendero Bisonte", de más de 20 kilómetros de largo, que une dos zonas de alimentación. Lo ideal es ir de madrugada, a las 3:30 o 4:00 horas, o bien cuando cae el sol.

El turismo representa una oportunidad y un peligro a la vez, señala Stefan Jakimiuk, experto en Bialowieza de la oficina polaca de la organización ecologista WWF. «El actual parque natural es demasiado pequeño para proteger la naturaleza y a la vez apostar por el turismo".

Pero los planes de ampliarlo chocan contra los deseos de los habitantes locales. Por eso WWF intenta promover el turismo fuera del bosque en sí, en sus alrededores, con la creación de 250 kilómetros de senderos para ciclistas.

El punto de partida de la mayoría de los visitantes es la Bison Reserve, a la que se llega cómodamente en coche. Es un mini-zoo cuya entrada cuesta seis zlotys (1,8 dólares/1,4 euros). Cada año llega aquí un cuarto de millón de personas, más de diez veces más que las que recorren el bosque protegido. En sus folletos promocionales, la oficina de turismo regional señala que "ir a Bialowieza y no ver un bisonte es como ir a Roma y no ver al Papa".

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