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14 de Julio,  Jujuy, Argentina
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El Mano Santa y la revuelta popular que conmocionó a Jujuy

A la madrugada, fue sacado sigilosamente hacia la Estación Perico. Cuando la noticia se supo, estalló el caos.

Lunes, 14 de julio de 2025 01:04
“ÍQUEREMOS A MANO SANTA!” | TRES MIL PERSONAS MARCHARON HACIA LA CASA DE GOBIERNO.

POR PLINIO LÓPEZ

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POR PLINIO LÓPEZ

En diciembre de 1929, la llegada de un curandero español desató una ola de fe masiva, enfrentamientos con las autoridades y una insólita toma de la Casa de Gobierno. La historia de cómo un hombre humilde dividió a una provincia entre la devoción y el poder establecido.

A fines de noviembre de 1929, las noticias que llegaban a Jujuy hablaban de un fenómeno inusual en la vecina Salta: Vicente Díaz, alias Mano Santa, un español de las Islas Canarias, curaba enfermedades con solo imponer sus manos. Miles de personas, muchas llegadas desde lugares remotos, abarrotaban su humilde vivienda en busca de alivio. Su éxito, sin embargo, le ganó poderosos enemigos. Denunciado por ejercer la medicina ilegalmente, un juez lo absolvió, pero el Consejo de Higiene y los médicos locales insistieron en perseguirlo. Ante la presión, Díaz decidió trasladarse a Jujuy, seguido por una multitud que ya desbordaba los límites de lo tolerable para las autoridades.

Desde antes de su arribo, los diarios jujeños anunciaban su presencia con un tono entre asombro y recelo. Al llegar, una anciana aseguró haber sido curada al instante y la noticia corrió como pólvora.

Una muchedumbre eufórica lo cargó en andas hasta un hotel céntrico, donde, desde el balcón, arrojó flores a sus seguidores. Los periódicos daban voz a los agradecidos: hombres y mujeres, pobres y ricos llegaban espontáneamente a las redacciones para contar sus milagros. La ciudad, sin embargo, pronto colapsó. Las habitaciones se agotaron, las calles se saturaron, y el orden público se volvió una quimera.

Conflicto con el poder

Las autoridades, incómodas, buscaron controlar al curandero. Bajo el pretexto de "evitar desórdenes", lo escoltaron en un auto oficial, custodiado día y noche. ¿Era un protegido o un prisionero? Para sus seguidores, lo único importante era poder acceder a él. Mientras tanto, las críticas desde Buenos Aires y otras provincias caían en saco roto: Jujuy vivía absorta en su propio fervor.

VICENTE DÍAZ

Pero la tensión escaló cuando el doctor Leopoldo Bárcena, presidente del Consejo de Higiene, ordenó su deportación. La madrugada del 3 de diciembre, Díaz fue sacado sigilosamente hacia la Estación Perico. Cuando la noticia se supo, estalló el caos.

Tres mil personas marcharon hacia la Casa de Gobierno, gritando: "íQueremos a Mano Santa!". La turba, compuesta por ciudadanos comunes, tomó el edificio por asalto y llegó hasta la oficina del gobernador Manuel Padilla.

Un empleado amenazó con un arma a los manifestantes, pero Padilla, evaluando el riesgo, optó por sacrificar a Bárcena, dejándolo a merced de la multitud. El médico escapó por poco del linchamiento, pero la furia popular se descargó contra el edificio del Consejo de Higiene.

El Ejército ocupó las calles, pero la rebelión no cedió. Durante días, grupos se congregaron en la estación de tren, esperando el retorno del taumaturgo. Mientras, la clase política radical -recién victoriosa en las elecciones- se desgarraba en acusaciones internas.

El ocaso del milagro

Para Navidad, el nombre de Mano Santa ya no aparecía en los diarios. Un editorial sugirió una solución salomónica: que Díaz atendiera en la cárcel nueva, bajo supervisión. La propuesta, en el fondo, revelaba el desprecio de las élites hacia lo que consideraban "superstición popular".

El episodio dejó al descubierto las fracturas de una sociedad dividida: entre la fe y la ciencia, entre el pueblo y el poder, entre quienes creían en milagros y quienes solo veían charlatanería. Y aunque el tiempo borró su rastro, la historia de Mano Santa quedó como un relato de lo que ocurre cuando la esperanza desborda los límites de lo permitido.

La investigación

¡Queremos a Mano Santa!: actores y significados de una revuelta popular acontecida en 1929 en San Salvador de Jujuy, es el título de la investigación realizada por Mirta Fleitas, docente e investigadora de la UNR y de la Unidad de Investigación de Historia Regional de la Universidad Nacional (Unju).

El meduloso trabajo, en palabras de la autora, examina un acontecimiento histórico significativo, enmarcado en una sociedad en rápida transformación: la visita de un conocido curandero a San Salvador de Jujuy, que derivó en una revuelta popular el día 3 de diciembre de 1929. Y no solo analiza “las ideologías que, en relación con este suceso, tuvieron una influencia en cuanto a la resolución de los problemas de saludenfermedad sino también el grado de compromiso y las transacciones que los involucrados fueron capaces de lograr”. Asimismo intenta “interpretar la dinámica de este incidente dentro del contexto de ciertas configuraciones ideológicas y políticas de Jujuy en ese período histórico”. Menciona además que el material investigado proviene de artículos periodísticos locales”.

En síntesis, Fleitas sostiene que “lo que muestran los hechos es que en Jujuy, en 1929 y por diversos motivos, es común la consulta al curandero para solucionar problemas de salud, y que esa costumbre persiste aún en quienes tienen acceso a la medicina oficial. Se tiende a pensar que con la extensión de la cobertura de la salud pública y el número suficiente de médicos esa posibilidad será contrarrestada.

Si así fuera, se desdeña la importancia de prácticas previas con las cuales la práctica profesional debe convivir, relacionarse y hasta confundirse. En este sentido, si bien el acontecimiento que nos ocupa tuvo una duración limitada, su aparición y sus características son muy significativas.

Expresan que las ficciones que guían las expectativas en lo atinente a salud y enfermedad de gran parte los habitantes de la ciudad de San Salvador y de la región circundante, de donde proceden los peregrinos, tienen su fuente en una religiosidad que proviene de diferentes raíces culturales, coexistiendo con una ideología dominante que toma de la Iglesia Católica oficial y del darwinismo social sus referencias más netas”.

Agrega que “mientras que para los sectores populares el mantenimiento de la labor de Mano Santa posibilita el refuerzo de una identidad que de otra forma se siente amenazada -y cuya evidencia es la multitud de enfermos y lisiados que concurren a San Salvador-, la ideología oficial recurre a conceptos presumiblemente científicos para fundamentar sus interpretaciones y prácticas aristocratizantes. El uso del pensamiento científico en Jujuy acredita creencias y modos de razonamientos erróneos, en la medida que no está destinado a prevenir y resolver problemas de la población general, sino que se trata de una justificación que forma parte de la ideología de imposición de clase. De esta forma, el poder médico es entronizado -y sus consejos pasan a ser leyes-, antes que la presunta efectividad de sus prácticas se confirme a nivel colectivo”.

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