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La espiritualidad como parte de nuestra vida

Martes, 22 de abril de 2025 01:04

Hablar de espiritualidad en el camino del desarrollo personal no es hablar de religión, dogma o creencias impuestas. Es abrir un espacio interno que nos permite habitar la experiencia de vivir desde una dimensión más profunda, más conectada con lo esencial.

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Hablar de espiritualidad en el camino del desarrollo personal no es hablar de religión, dogma o creencias impuestas. Es abrir un espacio interno que nos permite habitar la experiencia de vivir desde una dimensión más profunda, más conectada con lo esencial.

Desde la mirada gestáltica, la espiritualidad no se entiende como algo separado de lo cotidiano, sino como una vivencia que se integra en la totalidad de nuestro ser, en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, con los otros y con el mundo. Tiene que ver con el sentido, con esa pregunta que a veces emerge en silencio: "¿Para qué estoy aquí?". No siempre encontramos una respuesta clara, y muchas veces la buscamos afuera, en libros, en maestros, en filosofías.

Pero el verdadero acto espiritual, desde esta perspectiva, es poder detenernos, respirar y mirar hacia dentro.

En Gestalt, se dice que no hay un "afuera" que pueda darnos lo que no reconocemos en nuestro propio "adentro". Por eso, el desarrollo de una vida espiritual auténtica implica primero el coraje de habitar la propia presencia, de sostener la incertidumbre, de estar disponibles al misterio sin necesidad de entenderlo todo.

Muchos llegan al trabajo terapéutico buscando respuestas a su malestar, a sus síntomas, a su vacío. Y en ese proceso descubren que más allá del problema aparente, hay un anhelo de conexión más profunda, de encuentro consigo mismos. Ese anhelo es espiritual. A veces aparece disfrazado de ansiedad, de angustia, de insatisfacción crónica. Pero si lo escuchamos con atención, si lo abrazamos sin juicio, nos guía hacia una dimensión más amplia del ser, una que no se agota en la mente racional ni en las respuestas rápidas.

Desde la Gestalt acompañamos ese camino con presencia, con silencio, con preguntas más que con respuestas. Porque el proceso espiritual no es lineal ni tiene una meta clara: es más bien un estado de disponibilidad, de entrega al momento presente.

Vivir con espiritualidad es atrevernos a mirar cada experiencia como una oportunidad de crecimiento. No desde la exigencia, sino desde una mirada amorosa y compasiva. Es darnos cuenta de cómo nos cerramos al otro, de cómo evitamos lo incómodo, de cómo repetimos patrones que ya no nos sirven. Pero también es reconocer nuestra capacidad de transformación, nuestro potencial de elegir diferente.

La espiritualidad no es evasión, no es elevarnos por encima de la vida, sino todo lo contrario: es hundir las manos en el barro de la existencia y encontrar belleza incluso en lo que duele. Es permitirnos llorar y, a la vez, confiar en que algo dentro de nosotros sabe cómo sanar. Desde esta comprensión, el desarrollo personal no puede separarse de la dimensión espiritual.

No se trata solo de conocernos más, de pulir nuestras sombras o mejorar nuestras relaciones. Se trata de vivir con mayor conciencia, con mayor coherencia, con mayor sentido. De reconocer que somos parte de algo más grande que nosotros, aunque no sepamos bien qué es. Y esa sensación de pertenencia, de conexión con lo intangible, es lo que nos sostiene cuando todo lo demás tambalea.

La espiritualidad no necesita rituales externos para manifestarse. Se expresa en la forma en que habitamos nuestro cuerpo, en cómo nos escuchamos, en cómo nos relacionamos con lo que es. Cada respiración consciente, cada decisión tomada desde el corazón, cada momento de presencia auténtica es una expresión espiritual. Incluso el conflicto, el dolor o el miedo pueden ser puertas de acceso si los miramos con honestidad y sin juicio. Todo puede ser parte del camino.

Al final, integrar la espiritualidad en nuestra vida no es agregar algo nuevo, sino recordar algo que ya estaba en nosotros. Es soltar las expectativas de cómo "debería" ser, y permitir que la vida se despliegue tal como es, con sus luces y sombras, con sus ciclos y sus pausas. Es cultivar un espacio interno de silencio, donde podamos simplemente estar. Y desde ese estar, elegir cada día con mayor libertad, con mayor amor, con mayor verdad. Namasté. Mariposa Luna Mágica.

 

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