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12 de Julio,  Jujuy, Argentina
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Crónica de una tragedia en las profundidades de las Yungas

Viernes, 21 de marzo de 2025 01:00

Por Juan Carlos Giménez, médico de Libertador

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Por Juan Carlos Giménez, médico de Libertador

Raúl y Elisa eran dos jóvenes de la provincia de Buenos Aires, habían programado, cada uno por su cuenta, visitar las mentadas Yungas jujeñas como mochileros en transporte público; por internet hicieron averiguaciones, contactos, reservas; en Libertador, el domingo 26 de febrero de 2023 temprano tomaron la trafic. Todo indica que se conocieron durante el viaje desde el sur, edades, objetivos semejantes y lo compartieron. En San Francisco al llegar a medio día, almorzaron en Jacinto, se alojaron en lo de Pablo y, a la tarde, serían las 16, decidieron ir, como muchos, caminando al río Jordán, el tiempo formidable, seminublado con un fresca brisa; son unos 10 Km, que a buen paso se hacen en unas dos horas.

Eran jóvenes formados, cultos, sensibles, querían ver el mundo de una mejor perspectiva del ajetreado fárrago ciudadano. Llegaron al Jordán a la 6 de la tarde, todavía estaba claro, pero en la quebrada era comienzos del atardecer; los guías y turistas estaban en los preparativos de regresar; pero ellos pidieron, insistieron en hacer un pequeño recorrido al pozo del Jaguar que por relatos, videos se habían entusiasmado, a él se desciende por una escalera de sogas, era factible, pero no estaba en el programa para esa hora, los guías recogían las cosas, querían volver. Pero allí estaba don Cruz, un paisano mayor de San Francisco que también era guía y aceptó llevarlo en un corto recorrido, estaba con su hijo que llevaría al resto de regreso al pueblo.

Hicieron un hermoso recorrido al pozo del río, descendiendo y ascendiendo por escalera de sogas toda una aventura, más sumado al encanto que daba el atardecer, lo hacía misterioso, exótico. Ellos estaban, muy, muy entusiasmados, impresionados, contentos, habían aprovechado muy bien su primer día y por lo que tenían al día siguiente: una excursión al Alto Calilegua, una antigua, mítica población, casi abandonada, en las alturas de la serranía, allí en verano pasta el ganado y se siembra, los llevaría Lalo un conocido guía.

Al atardecer, pero con aceptable visión emprendieron el regreso en la Ford Ranger de Don Cruz, él al volate, Raúl de acompañante, Elisa en el asiento de atrás, sin dejar de charlar, comentar con entusiasmo la experiencia. El chofer los escuchaba sonriente, dando una que otra opinión, referencia, iniciaron la sinuosa trepada para salir de la quebrada del Jordán rumbo a Sanfra con el precipicio cubierto de vegetación, el río serpenteante en el fondo, ahora con agua, pozos, a la izquierda y el muro del cerro a la derecha.

Mucho llamó la atención a Manuel, el hijo de Don Cruz que, ya de noche no haya regresado, lo buscó por el pueblo y nada, con mala espina enfiló al Jordán, nada. De regreso fue directo a la policía a dar la novedad, eran como las 23; a la media noche salió la patrulla a recorrer de nuevo el camino, prestando mucha atención en los bordes. Llegaron hasta el corte del Angelito esa amplia curva sin novedad, allí el camino comienza su descenso al Jordán, bien sinuoso, en bajada con el precipicio a la derecha, con el río al fondo, los primeros 500 metros nada, pero pasando el lugar donde en la barranca supo sacarse cal, algo llamó la atención, eran unos tachos y las escaleras sogas que apenas aparecían en el borde. Al bajar vieron las huellas de la camioneta que se perdían en un esbozo de picada abierto en la vegetación y les pareció vislumbrar algo en el fondo a más de 100 metros en lo que sería el cauce del río, gran conmoción en el grupo. Bajar por ese lugar ahora, así como estaban, era imposible, decidieron dar la novedad a Libertador y ver de organizar el operativo rescate; Manuel y otros se quedaron en el lugar a pasar la noche en vela por cualquier cosa; la policía clausuró esa noche las reuniones, fiestas del carnaval chico, había ocurrido un grave accidente con dos turistas y un guía local, ¿qué habrá sido de ellos?

Se armó el operativo con la Policía, bomberos, Same; por los registros del hospedaje se identificó a los turistas, su dirección, comunicarse con los familiares. El desconcierto para el rescate era grande, hubo dudas y gran dificultad, tiempo para llegar, cosa que se logró recién el lunes al atardecer: la camioneta sumergida en un pozo de agua, el chofer y acompañante en su interior con los cinturones de seguridad puestos, magullados, muertos; Elisa no estaba, la puerta de atrás entre abierta, la encontraron tendida en una loza enterita, muerta; era lunes al anochecer, había que buscar buzos y ver como subir los cuerpos, El martes con toda las dificultades: el tiempo de traer equipo adecuado, seguían las tareas, a la tarde llegaron los familiares, eran los padres de ambos, desconsolados, desorientados, confusos por semejante desgracia en tan exótico lugar, hasta sentían estaba en otro país. No se conocían, lo que confirmó que los jóvenes habían hecho amistad en el viaje. Hubo que contenerlos, allí el personal policial, bomberos, el Same, los agentes sanitarios locales, el pueblo se portaron a la altura de las circunstancias, la comunidad estaba de duelo, la Iglesia abierta con asistentes, toda actividad se hacía en silencio con tristeza.

Mucho, mucho costó el rescate que recién pudo concretarse el miércoles 28 pasado el medio día, tuvieron que venir buzos; la reacción de todos en especial de los familiares al ver los cuerpos dramática: Don Cruz era un antiguo vecino, familia del pueblo; los jóvenes turistas, cuyos padres no podían comprender lo sucedido, el drama que tenían delante: el cadáver de sus hijos en un alejado y exótico lugar, por un paseo de turismo rural!, que situación, Dios mío.

Luego de la corta pero excitante visita al pozo del Jaguar en el Jordán, estaban entusiasmadísimos por haber aprovechado bien el primer día, perfecto. El guía, muy orgulloso del lugar, daba referencias de las maravillas de la selva con nubes. Cuando comenzaron la subida de regreso el sol se había ocultado, por el semi nublado el atardecer fue corto, pero se veía, las luces del vehículo no se notaban todavía en el camino de curvas y contracurvas; a la izquierda el precipicio con el Jordán al fondo, a la derecha el muro del cerro; ¿seguían charlando con entusiasmo? ¿Don Cruz quizás algo cansado, preocupado, se le había hecho tarde; la Ford Ranger trepaba sin problemas en segunda, por las ventanillas algo bajas entraba la fresca brisa del atardecer, el ruido de las cubiertas en el ripio eran ásperos sonidos y, en una cerrada curva a la derecha cerca del Corte del Angelito se abrió demasiado, algo se cruzó, una falla mecánica, humana? Las cubiertas mordieron el borde izquierdo y la camioneta se precipitó al vacío entre la vegetación. La reacción de los viajeros dramática, todo ocurrió a la velocidad de la luz, al parecer Elisa intentó arrojarse o fue despedida; los de adelante no hicieron nada, la caída fue antes de las 20 horas del domingo 26 de febrero del 2023, los paisanos en el pueblo festejaban todavía el carnaval chico.

¿Habrán llegado con vida, conciencia, al final de la caída? Esa noche y prácticamente todo el lunes, casi 24 horas estuvieron en una situación que puede vivir cualquier viajero si el destino, las circunstancias le hacen una mala jugada.

Estas líneas las escribo pensando que desde hace 2 años los domingos al anochecer recorro ese camino de regreso a Libertador desde San Francisco del Nuevo Mundo y también lo hice ese domingo 26 de febrero, pasé por el lugar un poco antes de las 20, instantes después de la caída, pero no vi ni oí nada y bien podría haber sido yo el viajero despeñado en las profundidades de las Yungas jujeñas.

 

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