Las despedidas son esa instancia, que tomará la forma y el color del territorio transitado. Algunas despedidas implican un soltar, otras un hasta pronto, otras implican un encuentro en otras dimensiones y planos. Las despedidas también pueden ser una integración. Esto nunca se me había ocurrido.
inicia sesión o regístrate.
Las despedidas son esa instancia, que tomará la forma y el color del territorio transitado. Algunas despedidas implican un soltar, otras un hasta pronto, otras implican un encuentro en otras dimensiones y planos. Las despedidas también pueden ser una integración. Esto nunca se me había ocurrido.
Soltar en lo humano es complejo. Porque la pérdida nos genera muchas cosas. Por otro lado, tenemos múltiples resistencias y la sola idea de soltar, nos hace retener, como cuando te dicen no comas o hagas algo. Ese No se transforma en un sí, o en un "qué difícil".
Querer olvidar es recordar. Querer soltar es retener. Para soltar o integrar es necesario haber podido tomar. Para tomar es necesario abrir ese espacio donde podemos ver al otro, o lo otro: un trabajo, una relación, etc. ¿Quién o qué es? ¿Qué necesita? ¿Qué veo cuando lo veo?
No es lo mismo si el territorio en el que se hace la despedida es un territorio de apegos, de culpas, de enojo, de no aceptación, de rechazo, de no tiempo, de no disfrute, de confusión, de tristeza, de descuido, de no valorización.
Por ejemplo, si pierdo un ser querido en quien me refugiaba, que me liberaba de enfrentarme al mundo o me daba como un escudo o fortaleza para salir, porque la fuerza que sentía no la tenía sin esa persona; el día que esa persona no esté, mi vacío no se llenará con nada. Porque no había un yo delimitado, sino una fusión donde yo era con el otro. Sin ese otro, mi yo se pierde. Allí más que un duelo, habría que poder construir un Yo con fronteras, con deseos propios, consciente de sus recursos, emociones, miedos. . .
Si mi relación con el otro, es el dolor de lo que no hice, de lo que no pude ser para el otro, si le imprimí dolor, si no lo vi, si lastimé. Si la culpa me atormenta. El duelo quedará atascado. Me quedaré rumeante de lo que hice, de lo que no hice, de lo que podría haber hecho y no hice. No podré despedir lo que no puedo digerir, procesar.
Si me relación con el otro fue un trámite, porque no tenía tiempo, me sentiré culpable por no haber valorado la pausa, el encuentro.
Por otro lado, antes de mirar la despedida es importante poder tomar conciencia de la finitud de la vida.
¿Cuál es tu orden de prioridades? ¿Cuáles son tus valores?
¿Tenés temas pendientes? ¿Con qué? ¿Con quienes? ¿Qué estás esperando? ¿El orgullo, la vergüenza o alguna emoción te están impidiendo acercarte a alguien y hablar? ¿Qué se despide cuando se despide? ¿Cómo la visión que tenemos de las cosas cambia la vivencia de las mismas?
Mirar de otra manera, no es evitar sentir. Es poder abrirnos a sentir lo que se siente desde estar centrados, sin juicios. Pudiendo asentir a la vida tal y como es. Sin cambiar, ni quitar ni agregar.
Sólo entonces hay paz y puedo abrirme a la tristeza, la alegría, el enojo o las emociones que emerjan.
Hay que dejar de temer el sentir, vernos vulnerables.
Hay gran fortaleza en abrirnos a los procesos.
El camino es la consciencia. El camino es el amor.
El camino es poder agradecer a todo. Eso que llamamos error, malo, imprevisto nos trae regalos.
La despedida es el adiós a la energía en la forma en la conocimos. Todo se transforma. Adiós es también hola a nueva existencia. Mirar con los ojos del alma.
(*) Licenciada en Psicología; coach ontológico profesional;
magister en Salud Pública con mención en Atención primaria de la salud; especialista en Salud Pública; consteladora; facilitadora en procesos de comunicación, resolución de conflictos, expansión de la conciencia, liderazgo; coordinación de grupos y conciencia de redes; y facilitadora en entrenamientos a líderes en gestiones de oratoria y comunicación. pamela_arraya@yahoo.com.ar, cel. 3884416256.