El primer vaticinio de doña Pávula fue que ni Pierre Donadou ni yo íbamos a conseguir ningún favor de Perla, y río con algo de perversión. Le tomó la mano y la escuchó decirle que la habíamos llevado porque cada uno de nosotros la veíamos distinta, aunque todos la veíamos bella.
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El primer vaticinio de doña Pávula fue que ni Pierre Donadou ni yo íbamos a conseguir ningún favor de Perla, y río con algo de perversión. Le tomó la mano y la escuchó decirle que la habíamos llevado porque cada uno de nosotros la veíamos distinta, aunque todos la veíamos bella.
Es hermosa, dijo la curandera como si estuviera hablando de un objeto. Luego nos miró y nos preguntó qué tan distinta la veíamos. Mucho, dije. No ven más que lo que ven, dijo la anciana entrecerrando los ojos como si el humo de las velas le hiciera mal. Después dijo que de todos modos nadie va a nadie como es.
Sentimos que Blanca y Aurelia se estremecieron. Acaso por un momento pensaron que sus respectivos hombres, Solón y el comisario Pierro, que aguardaban a la puerta del oratorio abandonado, tampoco las veían a ellas como son sino como querían que fueran. Podían haberlo dudado, pero entonces doña Pávula les ordenó que no exageren.
El caso de esta muchacha es distinto porque dejó caer su identidad en el agua del ojito, dijo. Podría decirte como recuperarlo, le dijo entonces a Perla, pero ¿vale la pena hacerlo? Perla entonces dijo que estaba cansada de ser tan distinta a las demás mujeres, la curandera río y le respondió que ¿cómo podrías ser distinta si no tenés identidad?
Yo creo que no debería interesarte, hasta le podrías sacar alguna ventaja, pero si querés andate al manantial y echale algo de azufre a sus aguas. Luego buscó en algún lugar dentro de su corpiño para sacar un polvito amarillo que puso en las manos de Perla.