Bautisto Solón y Prudencio Creso, ya definitivamente empobrecido, salieron a caminar sin mejor rumbo cuando a un tordo se le dio en posarse sobre la espina de un cardón. Creso se detuvo como si se hubiera asustado.
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Bautisto Solón y Prudencio Creso, ya definitivamente empobrecido, salieron a caminar sin mejor rumbo cuando a un tordo se le dio en posarse sobre la espina de un cardón. Creso se detuvo como si se hubiera asustado.
Acaso tuvo que ver con los sucesos recientes, cuando no supo aceptar el significado de la lectura de la coca. Durante esos mismos segundos, otros dos tordos igual de brillantes en su negro buscaron espinas vecinas, se dijeron algo entre sí y se fueron pronto, primero uno y luego los otros dos. ¿Usted cree que pueda significar algo malo?, le preguntó Creso a Solón, quien le respondió que significaban, sin duda, algo tan bello como los ojos de una cholita.
Es que el negro de su plumaje y el número tres..., trató de explicarse pero ya Solón reía de lo sensible que había quedado el hombre. Mal la pasan los tordos de changos, al menos desde que se dan cuenta que son diferentes, le explicó. Usted sabe que sus madres no son de andar empollando, vaya a saberse por qué. Cuando ven que en un nido hay huevos y el empollador no anda cerca, dejan entre aquellos los suyos, los mezclan para que nadie los note y se retiran.
Cumplido el tiempo de gestación, entre los anfitriones nacen uno o dos negritos. Hay veces que son de lo más cómicos picoteando en el suelo junto a hermanos tan distintos. Es como el cuento del Patito Feo, porque llega un momento en que sus plumas tan oscuras y brillosas los hacen sentirse distintos entre los suyos, y aunque no haya motivos, usted sabe que no siempre lo distinto es apreciado.