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28 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Laberintos Humanos: Muy ridículo

Viernes, 12 de junio de 2020 01:04

Nos contaba Pierre Donadou que, en una tarde de esas, don Quijote se paseaba por el barrio y la escuchó a la Dulcinea decir que necesitaba un héroe. Andaría en aprietos, dijo el comisario Pierro. Para nada, le respondió el argelino. La necesidad de heroísmo no tiene que ver con algún problema.

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Nos contaba Pierre Donadou que, en una tarde de esas, don Quijote se paseaba por el barrio y la escuchó a la Dulcinea decir que necesitaba un héroe. Andaría en aprietos, dijo el comisario Pierro. Para nada, le respondió el argelino. La necesidad de heroísmo no tiene que ver con algún problema.

Hay cantidad de gente que necesita que otra se comporte como un héroe, aseguró, y eso es algo que se da mucho en las muchachas jóvenes y bellas. La cosa es que don Quijote entró como ganado al matadero, engalanó a Rocinante, su viejo caballo de arar, se armó de coraza y lanza y regresó donde la Dulcinea para arrodillársele y ponerse a sus órdenes.

Eso ya fue visto por todo el pueblo. El tipo estaba de lo más ridículo con esas armas y ese caballo flaco y desganado, y debe ser desde entonces que se empezó a correr la fama de su locura.

Capaz que haya pocas cosas dignas de contarse que no lo parezcan, pero ese no es asunto del cuento que les cuento.

Acostumbrado a los libros que leía, que no eran todos tan buenos, el Quijote le dijo a la Dulcinea que se ponía a su servicio, pero no lo dijo así como así sino con un estilo tan pasado de moda que movió a que muchos testigos empezaran a reírse. Gracias, dijo ella mirando a un lado y a otro y ya con algo de vergüenza.

Usted dirá qué manda hacer, dijo entonces el flamante caballero, que nada de lo que me pida será imposible, y la joven dama empezó a pensar, bien rápido, qué podía pedirle acaso sólo con la intención de que don Quijote se desengañara y dejara esa ridícula pose.

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