Dio la casualidad que Blanca, el comisario Pierro, Pierre Donadou Quispe, el padrecito y yo teníamos la misma terminación en los documentos, así pudimos caminar como para el lado de la Lagunita, respetando la distancia que nos obligaba a gritar para contarnos una historia.
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Dio la casualidad que Blanca, el comisario Pierro, Pierre Donadou Quispe, el padrecito y yo teníamos la misma terminación en los documentos, así pudimos caminar como para el lado de la Lagunita, respetando la distancia que nos obligaba a gritar para contarnos una historia.
Pierre bajó un tanto su barbijo para que le escucháramos hablar sobre esa mujer que había conocido por Messenger. Esas cosas que se dan, dijo y Blanca y el comisario lo miraron esperando que les explicara cómo era que se daban, pero el argelino siguió diciendo que veía su foto de perfil en la playa, mar de fondo, sonrisa de vacaciones. Era obviamente un recuerdo, dijo Pierre, porque la gente pone en sus perfiles imágenes de momentos agradables, felices, y en estos días de tanto estar en casa uno mira demasiado esos perfiles, se detiene en alguno que le llama la atención e imagina los bares en la costa de esa playa, los puestos de los pescadores, las mesas con mariscos.
Podría ser, se dijo Pierre y le mandó un mensaje: lindo lugar, ¿dónde es?, le preguntó y pudo haber seguido de largo, no todos están allí todo el tiempo aunque la cuarentena pone demasiada gente del otro lado. A los segundos, una letrita azul le avisó que ella estaba escribiendo. Pierre Donadou sonrió y esperó la respuesta. Un poquito más y apareció. No lo sé, le respondió, será un lugar al que vaya alguna vez, estoy casi segura. La cosa parecía un chiste o una coquetería para iniciar la conversación. Pierre se sentó, se acomodó los lentes y pensó en una respuesta ingeniosa.