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Laberintos Humanos: Nombres raros

Miércoles, 22 de abril de 2020 01:03

En el audio, la voz de Blanca nos habló de las flores de la tía Marca, a cada una de las cuales le había puesto un nombre. Aquella rosa, dijo como si nos la estuviera señalando, la llamaba Ungunte, al gladiolo Ibrahim, los claveles eran NgunTchi, no era que las había bautizado con otros más sencillos como Paula o Ernesto.

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En el audio, la voz de Blanca nos habló de las flores de la tía Marca, a cada una de las cuales le había puesto un nombre. Aquella rosa, dijo como si nos la estuviera señalando, la llamaba Ungunte, al gladiolo Ibrahim, los claveles eran NgunTchi, no era que las había bautizado con otros más sencillos como Paula o Ernesto.

De niña, dijo Blanca, pensé que las llamaba así para hacernos reír, porque las saludaba de ese modo y nos causaba gracia. ¿Vieron que hay cosas sobre las que no nos preguntamos la causa, hasta que un día lo hacemos? Cantidad de cosas que nos parecen normales, que son como si no llamaran la atención.

Uno podría ver a un vecino por la ventana acarrear bolsas de arpillera todos los días a la misma hora, y podría suceder que eso no nos parece raro hasta uno de esos días, uno cualquiera y vaya a saberse por qué, nos desesperamos por tener una respuesta y somos capaces incluso de salir a la calle para preguntarle.

En esos casos suelen pasar dos cosas, nos dijo. Una es que descubrimos el asombro. Supongo que todos, alguna mañana, miramos alguna vez hacia los cerros y, al ver salir el sol, nos preguntamos por primera vez por qué sale de ese lado, por qué vuela hacia lo alto, por qué brilla como si fuera de oro, y eso que amaneceres habremos visto desde que nacimos.

Pero, después del asombro, viene muchas veces la respuesta, que generalmente es algo más sencillo que lo que nos imaginamos. Y eso me pasó cuando, ya grandecita, le pregunté a mi tía por la razón de los raros nombres de sus flores.

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