Entonces, en ese audio que nos mandaba para seguir con sus cuentos sin romper la cuarentena, el comisario Pierro nos habló del extraterrestre que descendiera de la salchipapa gigante en el patio del fondo de la casa de una mujer mayor.
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Entonces, en ese audio que nos mandaba para seguir con sus cuentos sin romper la cuarentena, el comisario Pierro nos habló del extraterrestre que descendiera de la salchipapa gigante en el patio del fondo de la casa de una mujer mayor.
El hombrecito de largos brazos y cabeza aperada le dijo cosas sobre nosotros, los humanos, que a Pierro lo avergonzaron, pero la cosa, escuchamos luego en otro audio, se detuvo cuando vi otras luces de colores que llegaban desde la calle. Pensé que se trataría de una invasión desde ese otro y lejano planeta, pero se trataba, en cambio, de patrulleros terrestres. Entre los que bajaron con el resto de los uniformados, había algunos que hablaban inglés.
Uno de los nuestros me informó que la misma CIA estaba tras el rumbo de esa nave espacial, que había estacionado en Tilcara y que no tenía la forma de un platillo volador, como uno siempre supuso que vendrían, sino de una salchipapa gigante. Me dijeron que tenían órdenes de llevárselo, y entonces el hombrecito extraño sacó la mano de mi pecho y desde entonces no entendí una palabra más de lo que decía, su voz era ya un zumbido medio molesto, y se fue con ellos de buenos modos. No volví a saber más, dijo Pierro en ese audio. Me hicieron prometer que no contaría nada, concluyó, por eso confío que usted no lo va a publicar en sus Laberintos, dijo dirigiéndose a mí pero ya era tarde, hace varios días que vengo cometiendo la infidencia. Pero me pareció entender que Pierro sonreía al decirlo, capaz que no fuera más que un cuento.
