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Reutilizar nuestros miedos como guías de camino

Domingo, 04 de octubre de 2020 01:00

Por PADRE MIGUEL DAVID ACIAR, párroco de San Pedro y San Pablo

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Por PADRE MIGUEL DAVID ACIAR, párroco de San Pedro y San Pablo

Querida Comunidad:

La imagen de la "viña" aparece una y otra vez en la Sagrada Escritura en función de manifestar la realidad del Reino de Dios, abierto al conjunto de los seres humanos para que se integren y comprometan con él. El objetivo que se persigue es la vendimia, para la cual se han de conjuntar fuerzas y habilidades, en docilidad siempre a quien continúa proclamando: "Yo soy la vid y ustedes los sarmientos".

Ante este desafío, San Pablo nos exhorta: "Nada les preocupe". Ahora bien, reconociendo nuestra fragilidad e inconstancia, a esta exhortación nos la deberíamos reformular a manera de pregunta: ¿Qué nos preocupa, qué nos inquieta o atemoriza? Jesús espera nuestra respuesta contextualizada, en esta realidad de pandemia que probablemente nos expone al miedo más que nunca.

Pero ¿qué es el miedo?: es la capacidad perceptiva que nos permite reconocer algo amenazante, que nos moviliza, nos hace huir o prevenir, e intentar dar soluciones para evitar mayores problemas.

Es así que podemos distinguir entonces dos manifestaciones de miedo: una sana y otra insana.

Tener miedo sano es el reverso de un amor y valoración que nos llena de esperanza y felicidad. Frente a este miedo que nos cuida y anticipa buscamos soluciones, damos respuestas, nos movilizamos, nos comprometemos, hacemos fuerza, nos movemos, reaccionamos para salvar la vida (salvar la vendimia) y recuperar la protección y la seguridad.

Al miedo insano lo podemos comparar con una desagradable pericia fétida, que termina enfermando, porque nos imposibilita reaccionar manteniéndonos en estado de parálisis y estancamiento. Y sin reconocerlo, muchas veces es desde esta experiencia desde donde justificamos nuestra falta de compromiso y esfuerzo para responder a las exigencias del Reino. En definitiva, es un mal espíritu -decía San Ignacio- que pretende hundirnos en nuestro ego, desoyendo la incondicionalidad del amor a Dios.

Según muchos estudiosos, estamos viviendo una era del miedo brutal. Se refieren a esta vivencia como la sensación de "estar empantanados", como en arenas movedizas que nos quita la paz.

Es una mezcla difícil de dimensionar que ahoga a muchas personas exponiéndolas vulnerablemente a la ansiedad, a la angustia y al miedo existencial.

Pero a pesar de esta realidad, este tiempo particular e inédito ha de ser la oportunidad que tengamos para dar un volantazo que cambie el rumbo, reutilizando todos nuestros miedos como guías de camino, para cuidar lo que más amamos y construir un nuevo modo de relacionarnos, entre nosotros y con la creación. Para ello les propongo dejar resonar en nuestro interior las siguientes premisas, que hagan eco en nuestro corazón para animarnos a responder con convicción: sembrar esperanza y seguridad; fortalecer los vínculos y la presencia en la comunidad; educar en las emociones positivas; consolidar la búsqueda de identidad; promover el discernimiento y la reflexividad.

Cinco verbos para superar nuestros miedos y animarnos aresponder a la invitación del Señor: trabajar en su viña para ser protagonistas en la transformación de una realidad que puede garantizar un mejor bienestar para todos, comprometiéndonos hasta terminar la vendimia.

 

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