Una vez más los espectadores se sumergirán el mágico mundo elucubrado por la prolífica imaginación de J.K. Rowling en “Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald” la segunda entrega de una saga que amplía la de Harry Potter y que ya camina por si sola. La película está dirigida por David Yates, como la primera parte y las cuatro últimas películas del famoso niño mago, y el cineasta demuestra que conoce al dedillo los entresijos de un universo que cuenta con miles de seguidores alrededor del mundo y ahora plantea una historia con matices más oscuros y que deja atrás la atmósfera chispeante del filme anterior.
La acción se sitúa en 1927, unos pocos meses después de que Newt ayudara a desenmascarar y capturar al infame mago oscuro Gellert Grindelwald, interpretado de manera muy eficaz por Johnny Depp,. Sin embargo, como prometió que haría, Grindelwald ha escapado y ha sumado más adeptos a su causa —elevar a los magos por encima de los seres no mágicos. El único que puede detenerlo es el mago que una vez consideró su amigo, Albus Dumbledore – aquí a cargo de un grna Jude Law-. Pero Dumbledore necesitará la ayuda su ex alumno Newt Scamander (Eddie Redmayne). La aventura reúne a Newt con Tina, Queenie y Jacob, pero su misión pondrá también a prueba la lealtad del grupo mientras combate nuevas amenazas en un mundo mágico cada vez más peligroso y dividido.
El filme es visualmente impecable con espectaculares efectos especiales y ambientación de época para expandir la aventura mágica desde Nueva York a Londres y luego a París.
La propuesta, la segunda de las cinco que tendrá “Animales Fantásticos”, es entretenida y es la transición que anticipa lo que vendrá, cualquiera la puede apreciar, pero la autora del guión (la misma J.K. Rowling) ha considerado muy especialmente a los fanáticos de su obra así que esta película cuenta con infinidad de referencias y guiños que solo ellos, los llamados Potterheads, sabrán reconocer. Los no iniciados en este mundo de libros y filmes disfrutarán, pero muchísimo menos.