El sonido de quenas, sikus y redobles van confluyendo hacia la plaza de Tilcara, en el día de Reyes, tanto como para que uno imagine los pasitos de la adoración que verá al llegar. En la esquina de las calles Alverro y Belgrano aparecen, saliendo del atrio de la iglesia, y comienzan las palmas, los saltitos, las manos como alitas, las figuras coreográficas en dos hileras, los más pequeños aprendiendo a adorar casi como aprendiendo a caminar, los más grandes adorando al ritmo del recuerdo.
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El sonido de quenas, sikus y redobles van confluyendo hacia la plaza de Tilcara, en el día de Reyes, tanto como para que uno imagine los pasitos de la adoración que verá al llegar. En la esquina de las calles Alverro y Belgrano aparecen, saliendo del atrio de la iglesia, y comienzan las palmas, los saltitos, las manos como alitas, las figuras coreográficas en dos hileras, los más pequeños aprendiendo a adorar casi como aprendiendo a caminar, los más grandes adorando al ritmo del recuerdo.
Decenas de pesebres, con sus niñitos y su historia, llegando de cada barrio, de cada familia al pasacalle que año a año les organiza la Municipalidad, el público sentado en las veredas, los vecinos viendo lo ya conocido con la ternura y el orgullo de lo propio, los turistas asombrados por esta riqueza nuestra, filmando con sus celulares, fotografiando, guardándolo en su corazón.
Cada pueblo tiene su forma de agradecer la presencia de Dios, y la nuestra siempre es con música y con celebraciones danzadas, respetando las raíces culturales que es donde la divinidad se manifiesta a los pueblos. Cierto que con peinados modernos, con tinturas fluor, una niña adora mientras actualiza el estado de su whatsap, muchos con jeans rasgados y otros vestidos de coyitas.
Mientras transmitimos en vivo para la página web del Tribuno de Jujuy, llegan mensajes de todas partes del país de aquellos que se fueron para forjarse un futuro pero llevan la adoración de los Pesebres en su alma, arraigada en algún rincón de las emociones, porque los forma parte de esa magia de la infancia que cada uno carga consigo.
Luego la llegada de los Reyes Magos, los regalos y las golosinas y el cierre de este ciclo que nace con la Navidad, al son de la quena y el redoble, antes del que nace, con anatas y trompetas, para dar rienda suelta a la alegría de los carnavales.