Hace frío. Es una típica noche invernal de la capital jujeña y el viento que corre por la extensa avenida Almirante Brown da cuenta de ello. La puerta del 1186, a un costado de un comercio dedicado a insumos de cosas dulces, se identifica con la calidez.
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Hace frío. Es una típica noche invernal de la capital jujeña y el viento que corre por la extensa avenida Almirante Brown da cuenta de ello. La puerta del 1186, a un costado de un comercio dedicado a insumos de cosas dulces, se identifica con la calidez.
Allí un hombre de barba incipiente, con unos cuántos bártulos espera y se hace indispensable pedirle espacio para tocar el timbre de la Hospedería "San José".
No tiene un cartel, ni indicio alguno de que allí se refugian personas en situación de calle. Así los denominan los voluntarios y directores de la hospedería que se creó hace siete años pero que funciona allí desde hace uno, como una de las tres obras de la Fundación "Manos Abiertas" Jujuy.
En ella se cruzan las historias de vida, todas ancladas en un elemento en común: la transformación. Es la clave de la suma de voluntades.
Adentro nos recibe el secretario y el director, Facundo Castillo Cabrera, quien comenzó como voluntario y dirige el lugar desde hace dos años. Joven, moreno, correcto, no parece condecir con tamaña responsabilidad pero lo hace con firmeza y calidez.
Llama a Nicolás, cuyo nombre completo pidió resguardar.
Una pequeña sala, con imágenes religiosas por detrás parece emular un confesionario. Y es en lo que se convierte de alguna forma. Nicolás de 37 años, de expresión cansada, con marcas del sol en la cara, canoso, la barba incipiente y nerviosismo en el manejo de las manos, saluda y se sienta.
-¿Cómo llegás a la calle?
-Tengo mi papá que es alcohólico. Mi viejo toma y se droga y empieza a romper las cosas de la casa. Entonces para no tener problemas con mi papá me fui a un taller pero me daban un tiempito, un trabajo pero si pasaba algo malo me echaban, o me echaban la culpa.
Era parte del último tramo de su vida, hace más de un año en que volvió a la calle por enésima vez. Fueron días duros, dormía en un auto abandonado en un pasaje de Coronel Arias, se bañaba cerca de un lavadero.
-Es muy feo, me pasaron muchas cosas malas.
Despertaba y había alguien drogándose pero jura que nunca quiso entrar en eso, no quería repetir la historia y se las rebuscaba con changuitas para comprar fiambre y pan.
Había pasado por mucho antes del taller. Estuvo en Río Grande durante dos años y medio en que pensó que había dejado la calle definitivamente al trabajar de limpieza en una fábrica pero ésta cerró y tuvo que volver a Jujuy.
No había podido acceder a otra cosa porque no estudió. La niñez parece haber sido el detonante de esas idas y vueltas a la calle. En el relato viajó al pasado.
Cuando tenía 10 años murió su madre, su padre se juntó a los pocos días y los tres hermanos fueron divididos para vivir con familiares. Nicolás tuvo que vivir en Azopardo, su hermana en Ciudad de Nieva y su hermano en Moreno.
Más tarde se reunieron todos, pero sus hermanos hoy tampoco le hablan. Muy joven tuvo que trabajar porque el padre se quedó sin trabajo y tenía que ayudar a los hermanos, una joven y un varón.
"Soy de tomar pero soy tranquilo", aseguró y contó que en julio volvió a la hospedería a la que había recurrido hace cinco años mientras trabajaba con un martillero y hasta logró irse a Buenos Aires, volvió unos meses y probó suerte luego en Neuquén, Santa Fe en cosechas y trabajo golondrina hasta llegar a Santa Cruz que fue su último intento más exitoso antes de retornar a Jujuy y quedar en la calle.
Aún se siente solo pero su plan ahora es lograr unos ahorros con las "changas" que hace para colocarse prótesis y reponer los dientes que perdió en una caída a causa del hielo del sur mientras trabajaba. Aspira a viajar a Buenos Aires para comenzar una nueva vida "lejos de todos".
-Mi intención es seguir adelante, olvidarme que tengo familia, irme lejos.
Alejarse implica poder borrar de la mente una escena repetida. -Estábamos tomando el té, y mi viejo estaba con la lapicera y la cocaína delante de nosotros.
Nicolás asegura que no puede recomponer la relación porque sintió que lo excluyeron cuando se quedó sin trabajo y luego en la calle.
Ahora se siente transformado, es optimista, convive a diario con sus pares, hace la limpieza con ellos, se lleva bien y aspira a dejar el lugar pronto.
La Hospedería "San José" también trabaja para restituir los lazos familiares a fin de lograr la integración de las personas que allí se refugian.
Una tarea de voluntariado que también transforma profundamente
Es miércoles, son las 20.30 y se nota el movimiento en la hospedería “San José”. Hay olor a comida y dos voluntarios cocinando. Franco Pereira es uno de ellos. Joven y dispuesto sigue su tarea mientras comenta que llegar allí desde inicios de este año también lo transformó.
Llegó por la Universidad Siglo XXI a través de la cátedra Práctica Solidaria que los instó a encontrar una ong que los acepte como voluntarios.
“Llegamos, ayudamos, yo ya terminé esa práctica pero sigo viniendo”, dijo y contó que hasta entonces la mirada era otra, ajena a su vida.
Es un día de ingresos y la asistente social ya se va. Coordina con el director los últimos detalles y los deja. Mientras, los hombres ponen la mesa, colocan los cubiertos y acceden a la foto para el diario pero la charla es sólo con algunos.
Los ingresos se dan los lunes, miércoles y viernes mediante la entrevista con la asistente social y es quien conoce al postulante y determina si cuenta con los requisitos para hacerlo. Actualmente hay 10 personas, funciona de 18 a 8 de la mañana siguiente y el fin de semana pueden estar todo el día. El resto del día, los hombres están fuera, ya que el lugar se ocupa para la Casa del Niño.
En ese lapso, cuando se trata de quienes tienen problemas de alcohol o adicciones son derivados por la asistente social y deben ir a la Casa Educativa Terapéutica de Alto Comedero, al grupo GOA del hospital “Néstor Sequeiros” de ayuda al alcohólico o bien a los hospitales “Pablo Soria” o “San Roque” para tratarse. Allí asisten a las citas con los psicólogos y psiquiatras, y sus informes se intercambian con la asistente social mientras se recuperan.
Sin embargo, apenas llegan se les propone el plan de acción para su vida, tendiente a que puedan mejorar y salir de la situación de calle. Si tienen patologías psiquiátricas no pueden ser ingresados porque no tienen infraestructura ni el equipo para recibirlos. Los problemas de salud más comunes con los que llegan son problemas reumáticos, de huesos y articulaciones, respiratorios, neumonía por la exposición al frío y gástricos.
Los ingresados tienen un mes para adaptarse, luego son evaluados por la asistente social y el director sobre su desempeño para cumplir el plan de acción y si es satisfactorio pueden quedarse por tres meses más. “Al no tener un vínculo, un sostén, alguien que lo ayude es complicado. Lamentablemente la ayuda del profesional no basta sino que lo afectivo influye mucho”, aseguró al referirse a los casos difíciles de superar sin su red emocional.
Un espacio de transición
El frío y la crudeza de las condiciones climáticas, falta de aseo, de alimento, es algo que las personas en situación de calle conocen bien.
Esa realidad le era ajena a Facundo Castillo Cabrera, un joven estudiante de Abogacía que llegó a palpar la problemática de la mano de amigos, sumándose a un voluntariado. A dos años de sus primeros pasos dirige la Hospedería "San José".
La institución desde hace siete años ayuda a muchos a reinsertarse activamente en la sociedad. Es una de las obras de la Fundación "Manos Abiertas" en Jujuy, que además tiene la Casa del Niño que funciona tres veces a la semana y el Grupo de Buscadores integrado por voluntarios que salen cada lunes, a las 21, a distintos puntos de la ciudad para dar de comer a gente que está en situación de calle.
La hospedería San José nació como iniciativa de voluntarios que estudiaban en Córdoba en una hospedería con el padre Hurtado.
Desde hace un año funciona en la nueva sede que permitió ampliar su capacidad a 12 personas, ya que antes estaba en calle Carrizo. Actualmente está casi completa. Se da refugio a hombres que están en distinta situación y que requieren atención.
El grupo de Buscadores complementa esa tarea porque salen los lunes. Tienen la función de captar a las personas, acercarse a las personas en situación de calle, entablar conversación, escuchar sus historias de vida. Las personas que llegan a la hospedería en su mayoría lo hacen por su voluntad, derivados por alguna institución o vecinos que les comentan el servicio y la asistencia de la fundación.
Trabajaban con el padre Ángel Rossi quien creó la Fundación “Manos Abiertas” y así arribaron a esta provincia y crearon las obras.
Hace dos años que Facundo ingresó como voluntario. En este tiempo pudo observar que son diversas las causas por las que estas personas llegan a estar en situación de calle.
"El denominador común es el vínculo afectivo que han perdido, se sienten desarraigados y la mirada de reojo que la sociedad les da, una mirada sin rostro como suele decir el padre Rossi", explicó. Conocer esto de cerca lo cambió. "Por lo general ingresan en malas condiciones higiénicas y de salud", aseguró y es que ve a muchos que se llevan por el vicio del alcohol y la droga. "Duele ver en las condiciones que llegan aquí", comentó.
Durante el día los ocupantes van a tratarse por el alcohol o drogas, y otros trabajan para lograr recursos que les permitan egresar de allí.
Para él si bien la pérdida del vínculo afectivo es uno de los detonantes que en su mayoría los lleva a esa situación crítica, también se vinculan con el alcoholismo, la drogadicción y otras patologías. Sin embargo, quienes eligen buscar ayuda y salir lo hacen porque vieron un gran cambio en sus "compañeros de ruta" como les dicen a quienes pernoctan en la calle como ellos. Ven que ellos han logrado enlazar un vínculo con la familia, conseguir un trabajo o una "changa" y a volver con los suyos.
Se puede aportar llevando elementos de aseo personal, sobre todo afeitadoras y de limpieza.
“Lamentablemente hay muchos que lo intentan pero no lo logran porque no llegan a cumplir con sus propias expectativas”, explicó Facundo. Es que en muchos casos llevan 15 a 20 años en situación de calle y les cuesta adaptarse nuevamente a las obligaciones cotidianas y laborales, o porque entablaron vínculos muy arraigados.
También los hay desarraigados, nacidos en otras provincias. Se ayuda mediante la asistente social o con un trabajo en red con instituciones de su ciudad para buscar un árbol de origen y procurar que reanuden su vínculo.
Son hombres, muchos jóvenes, adolescentes y también los hay de edad. Sin embargo, en la hospedería “San José” los reciben hasta los 55 años, porque si son mayores los derivan al Hogar “San Antonio”. En la hospedería todos conviven por igual, limpian y cocinan los fines de semana. Las reglas están claras y expresas en un cartel: tolerancia, higiene personal, comunicación, compañerismo y respeto a la casa, al espacio de cada uno y al casero.
Cuando los reciben se les da un plazo de adaptación, y ellos deben expresar cuál es su plan de vida, por lo que se los ayuda a cumplir con sus propias expectativas con asistencia social, en su recuperación del alcohol o drogas. Para ello coordinan con programas e instituciones, se les da asistencia de salud y en algunos casos se los ayuda a gestionar su DNI para que pueda trabajar. Se busca también que restablezcan sus vínculos familiares. “Hemos tenido muchos casos de éxito. En un años han salido dos personas que pudieron restablecer sus vínculos familiares y reencauzarse laboralmente”, destacó Castillo. Explicó que el resto generalmente va y vuelve, algo que allí bautizaron como “acordeón” pero no se les niega la atención y son igualmente asistidos.
Nuevo refugio en Perico
En Perico recientemente se abrió un refugio para alojar a personas en situación de calle con una capacidad para 16 personas. Tras su habilitación, actualmente cuenta con entre 8 a 12 personas que llegan por cobijo del frío invernal. Está habilitado desde las 19 hasta la mañana siguiente por lo que pueden retirarse luego del desayuno.
"Son personas que están en la calle, algunas de paso, que no tienen dónde alojarse, son situaciones variadas. Pero tenemos un registro bien detallado", explicó el párroco Germán Maccagno, de la parroquia San José de quien también tomó el nombre.
Surgió como iniciativa de esa jurisdicción parroquial periqueña, se concretó gracias a las donaciones de materiales de la comunidad y aporte del municipio en la mano de obra para culminar la obra. Se logró habilitar el 27 de junio con la bendición del obispo Daniel Fernández.
En el lugar cuentan con seis voluntarios y la coordinación de la presidente de Cáritas Parroquial, Irma Pessoa.
Están culminando la construcción de la medianera, y convocan a colaborar con bloques y otros elementos para construir un tercer baño con ducha y agua caliente. El refugio se mantiene con fondos de Cáritas y una vez a la semana hacen pan los viernes y se vende los fines de semana en el mismo complejo donde está el refugio, donde brindan cursos durante la semana. Se enseña panadería, electricidad y en la parroquia también computación en coordinación con la Fundación "Educando" y se entrega ropa y mercadería para la gente que necesita
Además se logró vinculación y colaboración del municipio que aporta la cena y un sereno. Con el Ministerio de Desarrollo Social y el de Salud por el control sanitario, que incluye controles de presión, el estado sanitario y una podóloga; y a través de la Secretaría de Adicciones esperan su abordaje.
Otras iniciativas solidarias en Jujuy
Son varias las iniciativas que surgieron para ocuparse de las personas que viven en situación de calle.
Una espontánea fue la iniciativa de dos jóvenes, Gabriela Rivera y María Torres quienes para aprovechar las vacaciones invernales decidieron salir a recorrer algunas calles de esta capital para acercar meriendas a gente que vive a la intemperie.
También hubo una transformación. Gabriela es comunicadora y trabaja pero aunque nunca fue indiferente, ver de cerca la forma de vida de la gente en la calle la cambió. Salieron una noche a la zona de la exterminal para llevar sandwiches y algo caliente para tomar. Vieron una docena de hombres, le contaron que duermen en una antigua sandwichería. Por eso, luego llevaron frazadas y camperas que sus familias y amigos les acercaron. Otra noche encontraron gente en la misma tarea y decidieron cambiar de rumbo, el mercado de concentración de San Pedrito. Allí los impactó encontrar mujeres y niños revolviendo los restos de verduras para llevar. "En ningún momento nos sentimos mal. Nos recibieron bien, con educación y nos agradecieron", aseguró Gabriela. Pidieron que vayan por la mañana y piensan seguir, por lo que continúan pidiendo ayuda en alimentos, frazadas y la idea es lograr brindar un plato de comida.
Sin embargo hay otras iniciativas. La Universidad Católica de Santiago del Estero (Ucse) lanzó en octubre de 2016 una cruzada similar donde los jóvenes salen a ofrecer comida a las personas en situación de calle bajo el nombre "Salir al encuentro del otro". También existe una iniciativa oficial, el Proyecto Puente de la Secretaría de Desarrollo Humano que suma esfuerzos con Defensa Civil, Policía provincial y Same. Brindan comida, abrigo y un refugio, y contención psicológica, médica y social.