“El teatro es reserva de la vida, en gesto de aprecio y celebración de sí misma. Es el espacio de la dignidad del hombre", Juan Carlos Gené, Veinte temas de reflexión sobre el teatro.
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“El teatro es reserva de la vida, en gesto de aprecio y celebración de sí misma. Es el espacio de la dignidad del hombre", Juan Carlos Gené, Veinte temas de reflexión sobre el teatro.
Muchos estudiosos hablan de la puesta en escena como “la misa en escena”. Esta concepción religiosa de la expresión teatral por excelencia propone la identificación del origen y función primaria de la teatralidad, su vinculación con el mundo mágico, misterioso y mítico. El teatro es el lugar donde se confronta la presentación con la representación de las acciones humanas, donde germina la asimilación de opuestos, que devuelve una nueva imagen de la humanidad y sus misterios, interpelando cosmogonías, culturas y tradiciones religiosas.
No es casual que las mayores revoluciones de la escena teatral se hayan producido en contextos históricos caracterizados por grandes catástrofes naturales, crisis económicas y guerras. Sin ir más lejos, en Argentina, la crisis del 2001 provocó una explosión de nuevas producciones teatrales y marcó índices históricos de espectadores. Cuando la humanidad quiebra el frágil equilibrio que la sostiene en su hábitat natural, el teatro responde convocando al rito, a la “misa en escena”, al espacio que celebra la vida, donde el ser humano se transforma en demiurgo, creador de universos que encarna físicamente en presencia de otros. La potencia del teatro radica en esta ritualidad compartida, que gesta las condiciones para la alquimia de la transmutación de los imaginarios en vida tangible.
Se ha convertido en un lugar común la referencia permanente a la “crisis del teatro”, pero los que estamos en el medio sabemos que existe una terrible confusión al respecto. El teatro siempre sorteó la carencia de recursos económicos y la falta de políticas culturales. Ciertamente, estos factores contribuyen a la crisis del teatro y, sin embargo, no la explican por sí mismos. Las crisis teatrales más graves se producen por otros motivos, como la falta de compromiso de los artistas respecto de la búsqueda de expresiones genuinas o la consolidación de contextos represivos, que coartan la libertad de expresión y operan inhabilitando al teatro para que cumpla con su principal objetivo, es decir, presentar y representar los sucesos de la vida en sociedad a través del lenguaje teatral. Otros factores que explican la crisis del teatro son la falta de ideas, perspectiva crítica y de talento artístico.
Cuando todos estos factores confluyen, falta de recursos económicos y políticas públicas, entornos represivos y artistas con escasas ideas y/o talento, suele producirse un fenómeno al que denominamos la “espectacularización del teatro”. Este término describe el desplazamiento y sustitución de la función ontológica primaria del teatro (lenguaje), por el espectáculo (condensación de recursos expresivos del lenguaje teatral). A la vez, el espectáculo, así entendido, cumple sus propias funciones: la distracción, el entretenimiento, la búsqueda de belleza construida mediante artefactos y efectos. La sustitución ponderada del teatro por el espectáculo sí es un claro síntoma de crisis. A nadie se le ocurre reconocer a la metáfora (figura retórica) con el lenguaje o al violín (instrumento) con la música. Sin embargo muchos confunden al espectáculo (condensación de recursos escénicos) con el teatro (lenguaje). Esta confusión se naturaliza en determinados contextos históricos, legando períodos que se caracterizan por la desacralización de la escena, es decir, el despojo de la función primaria de la teatralidad.
La diversidad de propuestas teatrales activa mecanismos de protección contra la sustitución de la teatralidad por la espectacularidad. La escena teatral plural es tan necesaria para la humanidad como la biodiversidad para la subsistencia del planeta. Con tal motivo, podemos festejar el programa teatral que los gestores independientes proponen y agradecer que, una vez más, los artistas se transformen en pilares, soportes estructurales de la cultura y el arte. Desde este mes y hasta fin de año, los teatristas independientes jujeños han trabajado muy duro para ofrecer una agenda teatral que combate la crisis teatral. El espectador atento, amante del arte, sabe que estas propuestas son algo más que un encuentro social, más bien, deben entenderse como el pulso vital del rito fundacional de la teatralidad, que reinstala la magia, la trasmutación y el despertar de los sentidos. Asistan al teatro, celebración de vida.