Nada se improvisa en el aterrizaje, llegamos al planeta con lo necesario para iluminar nuestras vidas. ¡Somos autónomos y de libre albedrío!. Los sentidos, aunque de forma rudimentaria al comienzo ya están presentes. El aprendizaje solo complementa y madura tanta maravilla. Y allá vamos, con golpes a veces, con caricias otras, afianzando en el camino la presencia de un “ser humano”. Nacido en la gloria para triunfar sobre todas las cosas, sin embargo no para de destruirlas, mucho menos de atentar contra la vida propia o ajena.
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Nada se improvisa en el aterrizaje, llegamos al planeta con lo necesario para iluminar nuestras vidas. ¡Somos autónomos y de libre albedrío!. Los sentidos, aunque de forma rudimentaria al comienzo ya están presentes. El aprendizaje solo complementa y madura tanta maravilla. Y allá vamos, con golpes a veces, con caricias otras, afianzando en el camino la presencia de un “ser humano”. Nacido en la gloria para triunfar sobre todas las cosas, sin embargo no para de destruirlas, mucho menos de atentar contra la vida propia o ajena.
Con el correr del tiempo, durante la niñez, todo lo asombra, en la adolescencia, madura, con los años toma activa parte, y entonces, “él asombra al mundo”. De diferentes maneras va dejando para la historia el granito de arena o huellas que denuncian su paso.
Así, sus facultades se encienden, enriquecen y se expresan mediante los sentidos, animando y dando vida al silencio de la inteligencia y del mundo; le llaman “pensamiento”. La maravilla del cerebro se hace vida, (Pitágoras).
En este escenario, la “escucha” con atención interna y externa, es un privilegio que enriquece a todo ser humano. Es puente que permite conectarse con el mundo y con uno mismo. Conocerlo y conocerse. Saber de fortalezas y debilidades, y en función de ello, obrar.
Privarse, dificulta el desarrollo intelectual, cultural, la relación con Dios y el prójimo. Posterga el crecimiento.
Mediante la escucha es posible participar socialmente, pero mucho más poder conectarse con los seres queridos, o con quienes más se desea. En ello, nada tan importante como el diálogo con los hijos. Camino irrenunciable de realización y responsabilidad paterna o filial.
“Escuchar” siempre primero, pensar después, y recién responder, es una ventaja en todo sentido. Porque permite en ese gesto tomar distancia en breve tiempo, usando todo el espacio de la conciencia, que ayuda a cosechar la mejor respuesta para sí y el prójimo. Acto tan simple como efectivo, ahorra energías, aprovecha bien las del interlocutor, y elige la respuesta más adecuada, no en función de salir mejor parado, sino en honor a la verdad y la paz. Tema que escasea por estos tiempos. Si la escucha fuera valorada en su justa dimensión, ¿Cuántos problemas menos habría en el mundo?
El desencuentro y la mala interpretación; además de desinformar, generan conflictos estériles y de alto costo en salud. Como vemos, “escuchar” suma, da espacio al sentido común, prudencia y discernimiento, excelente actitud que se traduce en buena calidad de vida. No saber escuchar, desacredita nuestra inteligencia y disminuye todo gesto dialoguista y socializante.