La ejecución del
clérigo chiita opositor Nimr Baqir al Nimr el sábado en
Arabia Saudita, reactivó ayer la tensión siempre latente entre
Riad, la monarquía que promueve la interpretación más radical del islam sunnita, e Irán, su potencia rival chiita y las comunidades más importantes de esta rama islámica minoritaria en Medio Oriente.
La explosión de ira más importante se vivió en Irán, en donde cientos de manifestantes incendiaron la embajada saudita en Teherán y atacaron uno de sus consulados en la ciudad de Mashhad durante la madrugada, según informó la prensa.
El presidente iraní, Hasan Rohani, calificó de "injustificable" el asalto y pidió castigar a los responsables; sin embargo, el Ayatollah, Ali Jamenei, la máxima autoridad de la teocracia que gobierna con mano de hierro el país desde 1979, condenó la ejecución de Al Nimr y prometió "un castigo divino" para la monarquía saudita.
Varios jeques, políticos y líderes chiitas, condenaron la ejecución del clérigo y la calificaron como "error político".
La ejecución de al Nimr fue un "error político del gobierno saudí", concluyó el máximo dirigente de la República Islámica, la potencia regional chiita que desde los años 80 disputa el liderazgo religioso y geopolítico de la región con la monarquía sunnita más poderosa de Medio Oriente, Arabia Saudita.
Pese a las más de 40 detenciones y al cordón policial que Rohani, un dirigente moderado, ordenó colocar alrededor de la embajada saudita en Teherán, cientos de manifestantes volvieron a concentrarse frente a la sede diplomática, forcejearon con las fuerzas de seguridad y pidieron "venganza".
La tensión escaló a tal punto que tanto Estados Unidos como la Unión Europea intermediaron entre Arabia Saudita e Irán para calmar la situación y evitar un nuevo conflicto, que tiene el potencial de arrastrar a toda la región.
Varios jeques, gobernantes y líderes chiitas iraquíes condenaron ayer la ejecución del clérigo opositor saudita, apenas horas después de que la embajada saudita en Bagdad fuera atacada, replicando el asalto en Irán.
En un tono mucho más moderado que su par iraní, el Ayatollah Ali al Sistani, la máxima autoridad chiita de Irak, calificó la ejecución de Al Nimr de "injusticia y agresión" y envió su pésame a las familias de los 47 personas que murieron el sábado a manos del Estado en doce localidades de Arabia Saudita.
En la misma línea se pronunció el primer ministro iraquí, Haidar al Abadi, quien dijo que recibió con "completo pesar y gran sorpresa" la ejecución del clérigo chiita y advirtió a sus vecinos sauditas que "tapar bocas y liquidar a los opositores va a traer más destrucción a los gobiernos y los pueblos".
Otros referentes de la comunidad chiita local, en cambio, no fueron tan moderados ni cautelosos y llamaron a los fieles a tomar represalias.
Pese a las advertencias del gobierno, cientos de chiitas salieron a las calles del sur de la capital, Manama, al grito de "Al Nimr es nuestro mártir" haciendo sentir su pesar, pero fueron reprimidos por la policía con camiones hidrantes.
Al Nimr, símbolo de la lucha chiita
El jeque chiita fue una de las caras visibles de las protestas antigubernamentales de 2011 y 2012, inspiradas en los levantamientos conocidos como la Primavera Árabe, que por entonces sacudían a muchos de los países vecinos, derrocando a longevos gobernantes autoritarios.
Al Nimr estaba detenido desde julio de 2012, tras ser acusado de apoyar a supuestas células terroristas y de fomentar disturbios contra las autoridades saudíes, ocurridos en febrero de 2011 en la provincia de Al Qatif, en el este del país y de mayoría chiita.
Las autoridades sauditas acusaron al jeque de "lanzar una guerra contra Dios" a través de sus críticas feroces a una monarquía que gobierna desde los años 30 uno de los países más ricos en petróleo del mundo y uno de los aliados incondicionales de Estados Unidos en Medio Oriente.
Al Nimr se convirtió en los últimos años en un símbolo de lucha para muchos chiitas en Medio Oriente, por eso, la reacción más fuerte se sintió en Irak, el otro país de la región en donde esta rama del islam es mayoría.
La ejecución del
clérigo chiita opositor Nimr Baqir al Nimr el sábado en
Arabia Saudita, reactivó ayer la tensión siempre latente entre
Riad, la monarquía que promueve la interpretación más radical del islam sunnita, e Irán, su potencia rival chiita y las comunidades más importantes de esta rama islámica minoritaria en Medio Oriente.
La explosión de ira más importante se vivió en Irán, en donde cientos de manifestantes incendiaron la embajada saudita en Teherán y atacaron uno de sus consulados en la ciudad de Mashhad durante la madrugada, según informó la prensa.
El presidente iraní, Hasan Rohani, calificó de "injustificable" el asalto y pidió castigar a los responsables; sin embargo, el Ayatollah, Ali Jamenei, la máxima autoridad de la teocracia que gobierna con mano de hierro el país desde 1979, condenó la ejecución de Al Nimr y prometió "un castigo divino" para la monarquía saudita.
Varios jeques, políticos y líderes chiitas, condenaron la ejecución del clérigo y la calificaron como "error político".
La ejecución de al Nimr fue un "error político del gobierno saudí", concluyó el máximo dirigente de la República Islámica, la potencia regional chiita que desde los años 80 disputa el liderazgo religioso y geopolítico de la región con la monarquía sunnita más poderosa de Medio Oriente, Arabia Saudita.
Pese a las más de 40 detenciones y al cordón policial que Rohani, un dirigente moderado, ordenó colocar alrededor de la embajada saudita en Teherán, cientos de manifestantes volvieron a concentrarse frente a la sede diplomática, forcejearon con las fuerzas de seguridad y pidieron "venganza".
La tensión escaló a tal punto que tanto Estados Unidos como la Unión Europea intermediaron entre Arabia Saudita e Irán para calmar la situación y evitar un nuevo conflicto, que tiene el potencial de arrastrar a toda la región.
Varios jeques, gobernantes y líderes chiitas iraquíes condenaron ayer la ejecución del clérigo opositor saudita, apenas horas después de que la embajada saudita en Bagdad fuera atacada, replicando el asalto en Irán.
En un tono mucho más moderado que su par iraní, el Ayatollah Ali al Sistani, la máxima autoridad chiita de Irak, calificó la ejecución de Al Nimr de "injusticia y agresión" y envió su pésame a las familias de los 47 personas que murieron el sábado a manos del Estado en doce localidades de Arabia Saudita.
En la misma línea se pronunció el primer ministro iraquí, Haidar al Abadi, quien dijo que recibió con "completo pesar y gran sorpresa" la ejecución del clérigo chiita y advirtió a sus vecinos sauditas que "tapar bocas y liquidar a los opositores va a traer más destrucción a los gobiernos y los pueblos".
Otros referentes de la comunidad chiita local, en cambio, no fueron tan moderados ni cautelosos y llamaron a los fieles a tomar represalias.
Pese a las advertencias del gobierno, cientos de chiitas salieron a las calles del sur de la capital, Manama, al grito de "Al Nimr es nuestro mártir" haciendo sentir su pesar, pero fueron reprimidos por la policía con camiones hidrantes.
Al Nimr, símbolo de la lucha chiita
El jeque chiita fue una de las caras visibles de las protestas antigubernamentales de 2011 y 2012, inspiradas en los levantamientos conocidos como la Primavera Árabe, que por entonces sacudían a muchos de los países vecinos, derrocando a longevos gobernantes autoritarios.
Al Nimr estaba detenido desde julio de 2012, tras ser acusado de apoyar a supuestas células terroristas y de fomentar disturbios contra las autoridades saudíes, ocurridos en febrero de 2011 en la provincia de Al Qatif, en el este del país y de mayoría chiita.
Las autoridades sauditas acusaron al jeque de "lanzar una guerra contra Dios" a través de sus críticas feroces a una monarquía que gobierna desde los años 30 uno de los países más ricos en petróleo del mundo y uno de los aliados incondicionales de Estados Unidos en Medio Oriente.
Al Nimr se convirtió en los últimos años en un símbolo de lucha para muchos chiitas en Medio Oriente, por eso, la reacción más fuerte se sintió en Irak, el otro país de la región en donde esta rama del islam es mayoría.