Especialistas de diez países desembarcarán desde mañana hasta el miércoles próximo en la
Casa Nacional del Bicentenario para pensar juntos cómo combatir el tráfico ilícito de bienes culturales -delicados objetos ceremoniales hasta huevos de dinosaurio o ínfimos caracoles-, al tiempo que buscarán homologar estrategias para la prevención de este tercer delito mundial, tras las armas y las drogas, que arrasa contra los patrimonios nacionales.
Desde que hace 12 años Argentina promulgó una
ley de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, que colocó como propietario al estado aunque la tenencia puede recaer en particulares o instituciones en tanto sean registradas, el país tomó envión en la lucha contra el tráfico ilícito. Acostumbradas al histórico vaciamiento, otras geografías de la región simultáneamente también pusieron el tema en agenda.
Ya con un camino transitado, unos 70 especialistas de
Unasur y otros países se reunirán por tres días en un taller ("El control transfronterizo en la circulación de los bienes culturales", es su título) para aunar esfuerzos, "homologar nuestras disposiciones, y difundir las herramientas existentes", adelantó Claudia Cabouli, coordinadora de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos de la cartera de Cultura.
Es que como advirtió Cabouli, los bienes culturales son "recursos propios, genuinos, no renovables" y en este sentido su tráfico "afecta al patrimonio y la identidad de los pueblos, y somete a una perdida y fragmentación de aquellos objetos que constituyen una base solida para la memoria. Pero además, desde el punto de vista criminal, produce gran lavado de activos, mucho dinero, que financia actividades ilegales".
Hace menos de un mes, Argentina comenzó con la restitución de unas 4000 piezas arqueológicas a Perú y Ecuador que ingresaron ilegalmente al país. En líneas generales, América Latina -contó- "es muy solidaria, no son tantos los países que entienden el delito de bienes, esencialmente los importadores, los cuales ponen muchos obstáculos para su restitución y prevención".
La problemática es entonces de dimensión trasnacional: "Es un delito que interviene en varios lugares. La región americana tiene una gran producción de bienes que va de los países centrales; los sacan de un país y lo llevan a otro para evitar controles aduaneros y desde ahí lo exportan", explicó Marcelo El Haibe, al frente la División Protección del Patrimonio Cultural que depende de Interpol de la Policía Federal.
Después los venden a precios exuberantes en el mercado. "El perfil de personas que participan del delito es de muy alto poder económico y en general cuando las piezas son de muy buena calidad terminan en museos porque no todos respetan los códigos de ética ni les importa de dónde previene. Alemania es uno de esos ejemplos", graficó El Haibe.
Por eso, para el responsable de ese cuerpo de prevención del Ministerio de Seguridad, que es modelo para toda la región por ser el único especializado en arte, "la concientización es fundamental, porque es una cadena de errores. Si sabemos más, podemos tomar medidas para evitar el tráfico y disminuir la influencia de ese delito. Es muy importante el trabajo mancomunado con otros organismos y países".
Los pasos fronterizos, por ejemplo, son carnada para el mejor postor porque muchas veces no aparentan ser los que son y no se les reconoce su valor patrimonial; de ahí la importancia de "pensar programas bilaterales, difundir campañas de prevención y concientización", agregó Cabouli sobre este crimen reconocido por la Organización de Naciones Unidas como un delito trasnacional que debe "ser combatido y considerado con la más alta seriedad".
En este sentido, espacios de debate como el que se desarrollará del lunes al miércoles próximo en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), son, en opinión de Garrido, "encuentros muy importantes'.
Especialistas de diez países desembarcarán desde mañana hasta el miércoles próximo en la
Casa Nacional del Bicentenario para pensar juntos cómo combatir el tráfico ilícito de bienes culturales -delicados objetos ceremoniales hasta huevos de dinosaurio o ínfimos caracoles-, al tiempo que buscarán homologar estrategias para la prevención de este tercer delito mundial, tras las armas y las drogas, que arrasa contra los patrimonios nacionales.
Desde que hace 12 años Argentina promulgó una
ley de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, que colocó como propietario al estado aunque la tenencia puede recaer en particulares o instituciones en tanto sean registradas, el país tomó envión en la lucha contra el tráfico ilícito. Acostumbradas al histórico vaciamiento, otras geografías de la región simultáneamente también pusieron el tema en agenda.
Ya con un camino transitado, unos 70 especialistas de
Unasur y otros países se reunirán por tres días en un taller ("El control transfronterizo en la circulación de los bienes culturales", es su título) para aunar esfuerzos, "homologar nuestras disposiciones, y difundir las herramientas existentes", adelantó Claudia Cabouli, coordinadora de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos de la cartera de Cultura.
Es que como advirtió Cabouli, los bienes culturales son "recursos propios, genuinos, no renovables" y en este sentido su tráfico "afecta al patrimonio y la identidad de los pueblos, y somete a una perdida y fragmentación de aquellos objetos que constituyen una base solida para la memoria. Pero además, desde el punto de vista criminal, produce gran lavado de activos, mucho dinero, que financia actividades ilegales".
Hace menos de un mes, Argentina comenzó con la restitución de unas 4000 piezas arqueológicas a Perú y Ecuador que ingresaron ilegalmente al país. En líneas generales, América Latina -contó- "es muy solidaria, no son tantos los países que entienden el delito de bienes, esencialmente los importadores, los cuales ponen muchos obstáculos para su restitución y prevención".
La problemática es entonces de dimensión trasnacional: "Es un delito que interviene en varios lugares. La región americana tiene una gran producción de bienes que va de los países centrales; los sacan de un país y lo llevan a otro para evitar controles aduaneros y desde ahí lo exportan", explicó Marcelo El Haibe, al frente la División Protección del Patrimonio Cultural que depende de Interpol de la Policía Federal.
Después los venden a precios exuberantes en el mercado. "El perfil de personas que participan del delito es de muy alto poder económico y en general cuando las piezas son de muy buena calidad terminan en museos porque no todos respetan los códigos de ética ni les importa de dónde previene. Alemania es uno de esos ejemplos", graficó El Haibe.
Por eso, para el responsable de ese cuerpo de prevención del Ministerio de Seguridad, que es modelo para toda la región por ser el único especializado en arte, "la concientización es fundamental, porque es una cadena de errores. Si sabemos más, podemos tomar medidas para evitar el tráfico y disminuir la influencia de ese delito. Es muy importante el trabajo mancomunado con otros organismos y países".
Los pasos fronterizos, por ejemplo, son carnada para el mejor postor porque muchas veces no aparentan ser los que son y no se les reconoce su valor patrimonial; de ahí la importancia de "pensar programas bilaterales, difundir campañas de prevención y concientización", agregó Cabouli sobre este crimen reconocido por la Organización de Naciones Unidas como un delito trasnacional que debe "ser combatido y considerado con la más alta seriedad".
En este sentido, espacios de debate como el que se desarrollará del lunes al miércoles próximo en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), son, en opinión de Garrido, "encuentros muy importantes'.