TILCARA (Corresponsal). Pasan los días y el
Carnaval ya es memoria. Las comparsas dejarán su lugar a las bandas de sikuris, que en algo así como un mes serán las protagonistas, pero la noche del Domingo de Tentación, ese final de fiesta ya dentro de la Cuaresma, no pudo ser relatado aún porque terminó muy tarde, bien entrado aquello que es conocido como Lunes de Resaca.
Serían las dos de la mañana cuando algunas comparsas, ya transitado el rosario de las invitaciones, daban su última vuelta por la plaza de Tilcara. El diablo mayor llevaba abrazado al diablito como a los restos de la alegría que se perdía con las últimas trompetas. Alguna vez, en
Humahuaca, escuché decir que en la vieja coreografía carnavalera se tenía al diablito por hijo de la diabla y el gaucho, dos de los principales disfraces de las comparsas de entonces.
En alguna esquina, un filósofo de trasnoche quiere explicar el sentido de los festejos populares pero se le empantana la lengua y los alegres saltan con nuevos bríos porque saben que se termina. Era el momento en que antes se cantaban las coplas tristes y profundas de despedida, relacionando las breves y eternas noches de la fiesta con la velocidad de la vida.
En algún rincón de la madrugada se lo enterrará al diablito cargando con algunas memorias de la tarde: la ofrenda de sarta que se le prepara para que tenga de alimento allá bajo las piedras, la provisión de cohetes con que estallará en el fuego del entierro y el
topamiento de comparsas, uno de esos momentos cuya fuerza enriquece la alegría.
Con sartas salieron algunos este Domingo de Tentación. Son alambres en los que ensartan frutas y verduras que tradicionalmente los disfrazados iban pidiendo de puerta en puerta. Junto a la huira que engalana las invitaciones con su flamear de chala, acaso sean restos de ese último significado agrario que tienen nuestros carnavales como agradecimiento por la cosecha.
El topamiento es el encuentro de dos comparsas cuando las trompetas y las gargantas de una y otra compiten por ver quien tiene más fuerza. No suelen ser peleas sino encuentros aunque a veces suban de tono, y en mucho se parecen al cruce de hinchadas de fútbol cuando se admite la presencia de los visitantes.
Y en algún momento de la noche, alguien pasa con su sombrero recaudando para comprar cohetes que estallarán en la última ceremonia del mojón. Alguien será quien los venda a esas horas, y con ello los momentos finales. Algunos se acercan más temprano al mojón para despedirse y quemar algo que los acompañó por todo el carnaval, y temprano quiere decir entre la una y las dos de la mañana.
TILCARA (Corresponsal). Pasan los días y el
Carnaval ya es memoria. Las comparsas dejarán su lugar a las bandas de sikuris, que en algo así como un mes serán las protagonistas, pero la noche del Domingo de Tentación, ese final de fiesta ya dentro de la Cuaresma, no pudo ser relatado aún porque terminó muy tarde, bien entrado aquello que es conocido como Lunes de Resaca.
Serían las dos de la mañana cuando algunas comparsas, ya transitado el rosario de las invitaciones, daban su última vuelta por la plaza de Tilcara. El diablo mayor llevaba abrazado al diablito como a los restos de la alegría que se perdía con las últimas trompetas. Alguna vez, en
Humahuaca, escuché decir que en la vieja coreografía carnavalera se tenía al diablito por hijo de la diabla y el gaucho, dos de los principales disfraces de las comparsas de entonces.
En alguna esquina, un filósofo de trasnoche quiere explicar el sentido de los festejos populares pero se le empantana la lengua y los alegres saltan con nuevos bríos porque saben que se termina. Era el momento en que antes se cantaban las coplas tristes y profundas de despedida, relacionando las breves y eternas noches de la fiesta con la velocidad de la vida.
En algún rincón de la madrugada se lo enterrará al diablito cargando con algunas memorias de la tarde: la ofrenda de sarta que se le prepara para que tenga de alimento allá bajo las piedras, la provisión de cohetes con que estallará en el fuego del entierro y el
topamiento de comparsas, uno de esos momentos cuya fuerza enriquece la alegría.
Con sartas salieron algunos este Domingo de Tentación. Son alambres en los que ensartan frutas y verduras que tradicionalmente los disfrazados iban pidiendo de puerta en puerta. Junto a la huira que engalana las invitaciones con su flamear de chala, acaso sean restos de ese último significado agrario que tienen nuestros carnavales como agradecimiento por la cosecha.
El topamiento es el encuentro de dos comparsas cuando las trompetas y las gargantas de una y otra compiten por ver quien tiene más fuerza. No suelen ser peleas sino encuentros aunque a veces suban de tono, y en mucho se parecen al cruce de hinchadas de fútbol cuando se admite la presencia de los visitantes.
Y en algún momento de la noche, alguien pasa con su sombrero recaudando para comprar cohetes que estallarán en la última ceremonia del mojón. Alguien será quien los venda a esas horas, y con ello los momentos finales. Algunos se acercan más temprano al mojón para despedirse y quemar algo que los acompañó por todo el carnaval, y temprano quiere decir entre la una y las dos de la mañana.