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Las celebraciones en La Quiaca

Domingo, 01 de noviembre de 2015 01:30
RECUERDAN A LAS ALMAS / FAMILIARES, VECINOS Y AMIGOS SE REENCUENTRAN CON SUS FIELES DIFUNTOS, EN LA QUIACA.
La celebración de "Todos Santos" permite el reencuentro de familiares, vecinos y amistades, además de encontrarse imaginariamente con seres queridos que ya no están físicamente entre nosotros. En un mismo momento se mezclan dos sentimientos: tristeza y alegría, algo muy poco comprensible para otras culturas.
La figura central es el recuerdo tanto del difunto familiar más reciente como de aquellos que aún están en la memoria de sus familiares y amigos.
Esta celebración es una costumbre que se remonta a la época prehispánica que fue mutando con el tiempo, igualmente la esencia continúa siendo la misma. El pueblo puneño apenas está recuperando energías de la Manka Fiesta, y deben comenzar con los preparativos para las fechas mencionadas. El mercado local cambia su aspecto sombrío por multicolores flores traídas desde la Quebrada y los Valles.
Los vecinos quiaqueños y de zonas aledañas se agolpan en los lugares donde puesteros ofertan las flores y coronas, mientras el resto de sus parientes elaboran los "turcos".
Todas las ofrendas son a base de pan y las masitas son preparadas en abundancia. El ritual de los muertos se celebra durante tres años consecutivos, pasado ese tiempo el despacho del alma tiene un sello propio.
Todos los preparativos comienzan tres días antes, el 31 de octubre se coloca la mesa en honor a los angelitos y al día siguiente para los adultos. Por otra parte los manteles también cambian de color: negro para quien fuera mayor, blanco para los angelitos, un ramo de flores naturales ocupa el centro de la mesa. Junto al florero se coloca un vaso de agua bendita que tiene un ramillete con el cual las almas esperadas dejarán su bendición, junto a velas encendidas.
El 1 de noviembre a las doce está lista la mesa, se encienden velas y la gente queda a la espera del alma que esa noche llegará.
Los vecinos con el transcurrir de la noche entablan "conversaciones" sobre temas relacionados al difunto, prosiguen con cuentos sobre buenos y malos espíritus, la charla se vuelve interminable a fin de que todos se mantengan despiertos hasta el amanecer. Con las primeras horas del día y antes de retirarse, los familiares sirven una reconfortante "lagua", una sopa hecha a base de harina.
Ya el 2 de noviembre, después del almuerzo, los dolientes y amigos concurren al cementerio llevando flores y coronas para el arreglo de las tumbas. Después de rezar y elevar plegarias, antes del atardecer comparten bebidas típicas como la chicha y otras infusiones que tienen alcohol. Fuman y coquean recordando al difunto en anécdotas, hay lágrimas y risas entre los presentes, son instantes que llevan un hondo sentir religioso y profunda convicción de que el ser amado los está escuchando.
Cuando el astro rey se esconde por el horizonte retornan a casa donde se lleva a cabo la "repartija" de las ofrendas, mientras comidas y bebidas son enterradas para que el alma lleve como avío, de regreso al cielo.

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La celebración de "Todos Santos" permite el reencuentro de familiares, vecinos y amistades, además de encontrarse imaginariamente con seres queridos que ya no están físicamente entre nosotros. En un mismo momento se mezclan dos sentimientos: tristeza y alegría, algo muy poco comprensible para otras culturas.
La figura central es el recuerdo tanto del difunto familiar más reciente como de aquellos que aún están en la memoria de sus familiares y amigos.
Esta celebración es una costumbre que se remonta a la época prehispánica que fue mutando con el tiempo, igualmente la esencia continúa siendo la misma. El pueblo puneño apenas está recuperando energías de la Manka Fiesta, y deben comenzar con los preparativos para las fechas mencionadas. El mercado local cambia su aspecto sombrío por multicolores flores traídas desde la Quebrada y los Valles.
Los vecinos quiaqueños y de zonas aledañas se agolpan en los lugares donde puesteros ofertan las flores y coronas, mientras el resto de sus parientes elaboran los "turcos".
Todas las ofrendas son a base de pan y las masitas son preparadas en abundancia. El ritual de los muertos se celebra durante tres años consecutivos, pasado ese tiempo el despacho del alma tiene un sello propio.
Todos los preparativos comienzan tres días antes, el 31 de octubre se coloca la mesa en honor a los angelitos y al día siguiente para los adultos. Por otra parte los manteles también cambian de color: negro para quien fuera mayor, blanco para los angelitos, un ramo de flores naturales ocupa el centro de la mesa. Junto al florero se coloca un vaso de agua bendita que tiene un ramillete con el cual las almas esperadas dejarán su bendición, junto a velas encendidas.
El 1 de noviembre a las doce está lista la mesa, se encienden velas y la gente queda a la espera del alma que esa noche llegará.
Los vecinos con el transcurrir de la noche entablan "conversaciones" sobre temas relacionados al difunto, prosiguen con cuentos sobre buenos y malos espíritus, la charla se vuelve interminable a fin de que todos se mantengan despiertos hasta el amanecer. Con las primeras horas del día y antes de retirarse, los familiares sirven una reconfortante "lagua", una sopa hecha a base de harina.
Ya el 2 de noviembre, después del almuerzo, los dolientes y amigos concurren al cementerio llevando flores y coronas para el arreglo de las tumbas. Después de rezar y elevar plegarias, antes del atardecer comparten bebidas típicas como la chicha y otras infusiones que tienen alcohol. Fuman y coquean recordando al difunto en anécdotas, hay lágrimas y risas entre los presentes, son instantes que llevan un hondo sentir religioso y profunda convicción de que el ser amado los está escuchando.
Cuando el astro rey se esconde por el horizonte retornan a casa donde se lleva a cabo la "repartija" de las ofrendas, mientras comidas y bebidas son enterradas para que el alma lleve como avío, de regreso al cielo.

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