Desde las protestas y la batalla campal desatada en Ferguson entre policías y manifestantes tras el incidente del 9 de agosto, el Departamento de Policía local declaró haber gastado 120.000 dólares en cascos, bastones, canilleras, precintos, proyectiles con gas pimienta y granadas fumígenas.
Las imágenes de la represión en la ciudad sorprendieron a Estados Unidos e instalaron un debate en Washington sobre si una Policía de un condado de menos de 320.000 habitantes debía vestirse como una fuerza militar y utilizar armas de guerra y vehículos de combate, como un camión blindado anti minas de 360.000 dólares.
El debate político sobre Ferguson, sin embargo, se limitó al análisis de un problema puntual y no se enmarcó dentro de un proceso nacional de militarización de muchas policías locales.
En junio pasado, la reconocida organización norteamericana de derechos civiles ACLU publicó un informe titulado "La guerra llega a casa: la excesiva militarización de la policía estadounidense", en el que advirtió que fuerzas estatales y locales "amasaron arsenales militares supuestamente para pelear la fallida guerra contra el narcotráfico".
Desde los atentados de Al Qaeda del año 2001 en Estados Unidos, estas mismas fuerzas policiales agregaron la lucha contra el terrorismo a su lista de argumentos para conseguir fondos y armamento federales.
Por ejemplo, en el pequeño estado de New Hampshire, en el noreste del país, cerca de la frontera con Canadá, las policías de tres ciudades, separadas apenas por 48 kilómetros, compraron cada una con un subsidio del Departamento de Seguridad Interior un imponente blindado, valuado en más de 200.000 dólares.
Algunos de los accesorios más interesantes que tiene este llamativo vehículo son una protección especial contra explosivos químicos, biológicos y radiactivos, y un sistema de detección de radiación.
Una de las tres ciudades que lo adquirieron, Keene, argumentó en su pedido al Departamento de Seguridad Interior que necesitaba este tipo de blindado, que fue utilizado en Irak entre otras zonas de combate, para defender a su festival anual de calabazas frente a una eventual "amenaza terrorista", según relevó ACLU.
El mes pasado, el tradicional festival de Keene no fue amenazado por una organización armada, sino por un nutrido grupo de adolescentes locales que habían tomado demasiado. La policía estaba preparada para actuar.
Llegó con equipos SWAT y oficiales vestidos como antidisturbios con uniformes militares y reprimió a los jóvenes, armados con botellas de licor y latas de cerveza, lanzando gases pimienta y lacrimógenos y disparando proyectiles con compuestos químicos irritantes y las llamadas "balas esponja", que son una especie de balas de goma.
El apacible centro de la ciudad de 23.400 habitantes se transformó en un campo de batalla durante cerca de 12 horas. Al final, este inusual estilo de combate urbano dejó 30 heridos y 84 detenidos.
La policía de Keene pidió un subsidio al Departamento de Seguridad Interior para poder enfrentar las peores amenazas del mundo, pero el gobierno federal de Estados Unidos ofrece otras atractivas opciones.
Una de los favoritas es el Programa 1033 del Departamento de Defensa, creado en 1989 por Dick Cheney, el entonces titular de esa cartera y posterior vicepresidente del republicano George Bush, y ratificado por el gobierno del demócrata Bill Clinton.
El slogan de la oficina que tramita el programa es "De un combatiente de guerra a un combatiente del crimen".
El Programa 1033 transfiere de forma gratuita equipamiento y armas militares a más de 17.000 fuerzas de seguridad federales, estatales y locales. Según pudo relevar ACLU, pasó de transferir material por un millón de dólares en 1990, a 324 millones en 1995 a casi 450 millones en 2013.
El 36% del equipo y armamento transferido en ese último año era completamente nuevo.
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Desde las protestas y la batalla campal desatada en Ferguson entre policías y manifestantes tras el incidente del 9 de agosto, el Departamento de Policía local declaró haber gastado 120.000 dólares en cascos, bastones, canilleras, precintos, proyectiles con gas pimienta y granadas fumígenas.
Las imágenes de la represión en la ciudad sorprendieron a Estados Unidos e instalaron un debate en Washington sobre si una Policía de un condado de menos de 320.000 habitantes debía vestirse como una fuerza militar y utilizar armas de guerra y vehículos de combate, como un camión blindado anti minas de 360.000 dólares.
El debate político sobre Ferguson, sin embargo, se limitó al análisis de un problema puntual y no se enmarcó dentro de un proceso nacional de militarización de muchas policías locales.
En junio pasado, la reconocida organización norteamericana de derechos civiles ACLU publicó un informe titulado "La guerra llega a casa: la excesiva militarización de la policía estadounidense", en el que advirtió que fuerzas estatales y locales "amasaron arsenales militares supuestamente para pelear la fallida guerra contra el narcotráfico".
Desde los atentados de Al Qaeda del año 2001 en Estados Unidos, estas mismas fuerzas policiales agregaron la lucha contra el terrorismo a su lista de argumentos para conseguir fondos y armamento federales.
Por ejemplo, en el pequeño estado de New Hampshire, en el noreste del país, cerca de la frontera con Canadá, las policías de tres ciudades, separadas apenas por 48 kilómetros, compraron cada una con un subsidio del Departamento de Seguridad Interior un imponente blindado, valuado en más de 200.000 dólares.
Algunos de los accesorios más interesantes que tiene este llamativo vehículo son una protección especial contra explosivos químicos, biológicos y radiactivos, y un sistema de detección de radiación.
Una de las tres ciudades que lo adquirieron, Keene, argumentó en su pedido al Departamento de Seguridad Interior que necesitaba este tipo de blindado, que fue utilizado en Irak entre otras zonas de combate, para defender a su festival anual de calabazas frente a una eventual "amenaza terrorista", según relevó ACLU.
El mes pasado, el tradicional festival de Keene no fue amenazado por una organización armada, sino por un nutrido grupo de adolescentes locales que habían tomado demasiado. La policía estaba preparada para actuar.
Llegó con equipos SWAT y oficiales vestidos como antidisturbios con uniformes militares y reprimió a los jóvenes, armados con botellas de licor y latas de cerveza, lanzando gases pimienta y lacrimógenos y disparando proyectiles con compuestos químicos irritantes y las llamadas "balas esponja", que son una especie de balas de goma.
El apacible centro de la ciudad de 23.400 habitantes se transformó en un campo de batalla durante cerca de 12 horas. Al final, este inusual estilo de combate urbano dejó 30 heridos y 84 detenidos.
La policía de Keene pidió un subsidio al Departamento de Seguridad Interior para poder enfrentar las peores amenazas del mundo, pero el gobierno federal de Estados Unidos ofrece otras atractivas opciones.
Una de los favoritas es el Programa 1033 del Departamento de Defensa, creado en 1989 por Dick Cheney, el entonces titular de esa cartera y posterior vicepresidente del republicano George Bush, y ratificado por el gobierno del demócrata Bill Clinton.
El slogan de la oficina que tramita el programa es "De un combatiente de guerra a un combatiente del crimen".
El Programa 1033 transfiere de forma gratuita equipamiento y armas militares a más de 17.000 fuerzas de seguridad federales, estatales y locales. Según pudo relevar ACLU, pasó de transferir material por un millón de dólares en 1990, a 324 millones en 1995 a casi 450 millones en 2013.
El 36% del equipo y armamento transferido en ese último año era completamente nuevo.