27 de Junio,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

La perseverancia encendida sobre lo bello

Miércoles, 17 de abril de 2013 20:33

Dueño de una férrea voluntad, trabaja para comer en el Ministerio de Salud y para alimentarse en su nuevo taller que, como todo pintor, no termina nunca de arreglar.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Dueño de una férrea voluntad, trabaja para comer en el Ministerio de Salud y para alimentarse en su nuevo taller que, como todo pintor, no termina nunca de arreglar.

El 4 de este mes inauguró una muestra en el primer piso y entrepiso de "Culturarte", dándole continuidad a unas de sus obsesiones, los pilpintos, a los que le sumó las velas, tan ligadas a las expresiones de religiosidad.

Hoy ya no existen las oleadas de pilpintos que bajaban por las playas de los ríos Chico y Grande en el verano, pero Héctor se empeña en recordarlos a través del arte y mucho más, con la nostalgia.

Los pabilos encendidos en algunas de sus imágenes, creo, intentan reflejar la luz interior que ilumina a todos los creadores, los que junto a las formas, asemejan largas peregrinaciones de creyentes y sufrientes sociales.

El artista conjuga los elementos necesarios para la creación plástica: el dibujo como sustento, la audacia para instalar en algunas de ellas el color y la perseverancia del que sabe que no se llega nunca y la creación es el tránsito.

Sin embargo, de nada valen las descripciones, el relato sobre una exposición. Hay que ir y mirar los trabajos, porque además es gratis, esperando quizás que el resplandor de la belleza, que es tan esquivo, aparezca.

Es que el hombre y la mujer que pintan completan su tarea en el observador, en el que la siente o no, pero la ubica en la realidad.

El que pinta genera una obra única y el espectador la recrea, le pone todo su contenido de conciencia, cuanto más vasto mejor, porque los tratados sobre estética se nutren tanto de la perceptiva como de la experiencia, pero poco y nada dicen en torno al funcionamiento de las emociones.

No obstante, no hay que saber de pintura ni de interpretaciones posibles de los cuadros. Hay que estar frente a ellos; se puede sentir o presentir que hay dentro de ellos. Si no, otra vez será. Pero hay que mirar y mucho para poder ver alguna vez algo dentro de uno. En esa línea, estos trabajos y otros de Alemán, tienen una ubicación entre sus pares, además del que le dan quienes aprecian sus obras, alejadas del marketing para caer bien y la autopromoción que suele contaminar el hecho estético con el comercial.

Hay que ir a "Culturarte", San Martín y Sarmiento, meterse entre "Entre velas y pilpintos". Por lo que pude ver, intuyo que Alemán seguirá insistiendo a futuro con las velas, pero también presenta nuevas imágenes para mediatas creaciones en las que se insinúan conjuntos humanos apegados al colorido de estas tierras y la ritualidad de los actores. Qué bueno aquél que tiene dinero para comprar una pintura, un dibujo, una escultura para mirar la obra todos los días. Es lo más parecido a una experiencia religiosa, roza el alma. Eso puede pasar con la obras de Héctor Alemán.
 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD