16°
24 de Junio,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

"La puerta a la magia"

. El trabajo tradicional implica esfuerzo, disciplina, horarios, agotamiento... todo eso.
Miércoles, 30 de abril de 2025 01:02
ARIEL CORTEZ. ARTISTA PLÁSTICO

"Yo creo que en mi generación —nací en 1970—, la obligación del hijo era acompañar las acciones del padre y de la madre. Vos eras parte de la compañía, por decirlo de alguna manera, de la empresa familiar". Fuimos criados desde chicos para ayudar: desde arriar el carro hasta cocinar en casa. Hacíamos empanadas, alfajores... Yo nací en Ciudad de Nieva, y para ubicarnos en el territorio, en el año 77, 78, todo lo que hoy sería barrio Huaico era más campo. Imaginate: horno de barro, gallineros, la vida diaria pasaba por esas actividades. Eso que hoy llamarían "trabajo infantil", para nosotros era natural: era la obligación de acompañar la vida familiar.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

"Yo creo que en mi generación —nací en 1970—, la obligación del hijo era acompañar las acciones del padre y de la madre. Vos eras parte de la compañía, por decirlo de alguna manera, de la empresa familiar". Fuimos criados desde chicos para ayudar: desde arriar el carro hasta cocinar en casa. Hacíamos empanadas, alfajores... Yo nací en Ciudad de Nieva, y para ubicarnos en el territorio, en el año 77, 78, todo lo que hoy sería barrio Huaico era más campo. Imaginate: horno de barro, gallineros, la vida diaria pasaba por esas actividades. Eso que hoy llamarían "trabajo infantil", para nosotros era natural: era la obligación de acompañar la vida familiar.

¿Cómo influyó eso en tu forma de ver el trabajo hoy?

Yo fui educado en una lógica colaborativa, de empresa familiar. Siempre sentí que el casamiento, la alianza, era también un proyecto de empresa: construir un sueño productivo y trasladarlo a los hijos. Ahora, en el arte es diferente. Si vos tomás el arte como trabajo, dejás de hacer arte. Trabajar en el arte sería como no poder abrir la puerta a la magia: se vuelve una contradicción. El trabajo tradicional implica esfuerzo, disciplina, horarios, agotamiento... todo eso. En cambio, el arte es otra cosa: es abrirse a lo invisible, a lo inesperado.

¿Entonces no lo sentís como un esfuerzo?

Mirá, yo estoy todo el tiempo en el taller, sí. Pero no por obligación. Es mi educación del alma. Es estar buscando formas invisibles en el trazo, en el color. Aunque, claro, cuando hay un compromiso de venta, sí me obliga a adaptarme: tengo que expresar, corporal y verbalmente, un personaje, porque hoy Cortés ya es una figura pública. Y eso sí implica un esfuerzo: mantener una presencia pública, vestirse, caminar, hablar de una manera determinada... Eso ya es un trabajo de disciplina.

¿Y cuando te enfrentás a un proyecto concreto?

Ahí cambia todo. Cuando hay un proyecto, como ahora que estoy trabajando en una escena sobre Manuel Belgrano, sí entra la disciplina. Investigo, busco material bibliográfico, audiovisual, relatos... Todo para poder construir una obra que hable de nuestra identidad nacional. Eso sí es trabajo, pero de un modo más atemporal, manejable: leo cuando siento que tengo que leer, reflexiono cuando aparece esa chispa de lucidez.

La obra se va a llamar "Manuel Belgrano y Cortés caminando por Los Molinos con un diablo". Una ficción basada en hechos históricos: el ejército del norte, los carnavales, las postas... todo eso.

¿Cómo ves el trabajo a largo plazo? ¿En tu vida?

Cuando decidí ser artista, no tenía familia. Siempre pensé: "¿Qué sueño le contaría a mis hijos si alguna vez vienen?" Y la respuesta era clara: el sueño realizado. El trabajo también tiene que ver con eso: no solo con el esfuerzo físico o intelectual, sino con el trabajo de construir un sueño. De caminar un territorio imaginario cuyo horizonte siempre se corre. Y uno va detrás, sabiendo que nunca se alcanza del todo.

¿Cómo se cruza la necesidad económica con ese sueño artístico?

Ahí entra en juego el proyecto y el mercado. Por ejemplo: si quiero viajar a Francia y necesito dinero, puede aparecer alguien que me dice: "Ariel, me encantan tus cuadros, pero quiero algo específico". Y ahí tenés que poner en la balanza: tu sueño artístico, tu necesidad económica y la demanda del otro. El arte puro es una cosa, pero cuando hacés un trabajo por encargo, adaptás tu creatividad. Investigás, ubicás colores, formas... En un 90% sigue siendo búsqueda, y después le sumás un 10% de narrativa concreta.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD