Sin permitirse decaer, es dueño de un espíritu fuerte que se magnifica en su labor cotidiana, al realizar cada actividad. Así, Gonzalo Rodrigo Espinosa encuentra en ayudar a los demás, su motivo de vida.
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Sin permitirse decaer, es dueño de un espíritu fuerte que se magnifica en su labor cotidiana, al realizar cada actividad. Así, Gonzalo Rodrigo Espinosa encuentra en ayudar a los demás, su motivo de vida.
Que las pequeñas acciones sean la base de aquellas que perduren en el tiempo son las más importantes para este joven de veintisiete años que creció en el barrio exAzopardo, hoy San Francisco de Álava.
Es parte de una familia que luchó siempre por progresar, junto a sus siete hermanos y padres trabajadores que le enseñaron valores humanos como ser noble, sin esperar nada a cambio. "Me crié en un ambiente humilde, con los vecinos compartiendo porque desde que era chico, mis papás abrieron un comedor donde venía gente que no tenía para comer", expresó Gonzalo Espinosa, sobre su infancia en la que logró absorber las buenas costumbres, adoptando para sí momentos de calidad que lo motivarían más adelante.
Es que las realidades del barrio fueron difíciles y él a pesar de su edad, pudo comprender. "Vi que había mujeres que abandonaban a sus hijos, muchos de ellos eran amigos míos y que hoy no terminaron bien", contó al recordar con cierta nostalgia, la niñez que vivió con alegría pese a distintas circunstancias.
Y es que -por citar un ejemplo- celebraban de manera especial los cumpleaños en su casa, mediante un gran asado comunitario en el que la mesa estaba puesta para compartir con todos. "En mi cumpleaños número ocho, mi mamá hizo una 'hamburgueseada' y para mí fue lindo ver a todos comer hamburguesas por mi cumple", reveló. Así surgió la idea de poder concretar un comedor, con esfuerzo familiar para colaborar entre residentes. El comedor comunitario, abrió sus puertas en la misma casa de su infancia y con los niños del sector, vivió desde adentro las historias que se tejieron a lo largo del tiempo.
Ya con doce años, comenzó a notar la disminución en su sentido de la vista. "Me acercaba mucho para leer, tenía que tener a todos de cerca para ver que estaban ahí pero para mí eso era normal", dijo. Como alumno de la Escuela 79 "Estanislao S. Zeballos", también lo percibió y más en las tareas que requerían de lecto-escritura. "Tenía una letra muy fea y me lo decían pero no sabían que era porque veía todo borroso", aclaró.
No obstante; en el nivel medio, se complicó más su diagnóstico que reveló un cuadro de visión subnormal, que englobaba ambos ojos. "Hubo un tiempo que me deprimía porque quería solucionarlo. A mis diecisiete años me fui a vivir solo y tener esta dificultad, estar sin plata; me tiraba para atrás", comentó. Pero de esta experiencia, logró aprender que se puede salir adelante y así, el inicio de un cambio de perspectiva en su vida. "Comencé a trabajar como vendedor ambulante con sándwiches y golosinas. Subía a los colectivos para vender a la gente", detalló el jujeño que logró ahorrar para comprarse lentes con la graduación que necesitaba para ver. Gracias a la interacción social, hizo del diálogo su aliado. La conversación lo ayudó a entablar vínculos con las personas que poco a poco lo fueron conociendo y le brindaron ayuda. Así a sus dieciocho años pudo concretar el anhelo deseado. "No podía creer que podía ver con una claridad hermosa. Todavía los tengo a mis anteojos, los conservo. Aunque uso lentes de contacto, esta discapacidad me ayudó a descubrir que todos los días se aprende algo nuevo y del privilegio que tenemos con el hecho de respirar nada más", reflexionó.
Hoy piensa sobre lo que le tocó vivir a la distancia y ganas le sobran para continuar en el camino de la empatía con el prójimo, con un presente que exalta la labor social desde la cercanía con las personas para evolucionar en conjunto. Por ello, este domingo, será uno de los organizadores del festejo por el Día del Niño en Azopardo; volviendo a su origen de compartir, esta vez, con las nuevas generaciones.
"Es una invitación para todos. Ya estoy ansioso por los chicos que vendrán de los asentamientos", dijo. Es que el grupo Por la Acción Social y la ong "Por un nuevo amanecer", unieron sus voluntades para celebrar a los más pequeños a partir de las 16 en la plaza "Conquista del Desierto". Con pizzas, golosinas y diversión; promete ser una jornada enriquecedora donde no faltarán jóvenes recicladores que enseñarán cómo cuidar el planeta a través de pequeños actos ambientalistas.
"Este mundo es de los niños por eso tienen que aprender a respetarlo", dijo Espinosa que practica crossfit, una de sus actividades predilectas, basada en ejercicios constantemente variados de peso con barra. "Entrenar hace a mi día a día, de 5 a 7 lo hago para tener una energía renovada", resaltó con orgullo.