La vida de Hugo Valdiviezo cambió radicalmente hace cinco años cuando sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) que lo dejó en coma y con secuelas físicas y emocionales profundas. Valdiviezo, en su vida previa era un trabajador incansable en la construcción y en otros oficios, recorriendo la Argentina entre el norte y el sur en busca de nuevas oportunidades, pero sufrió un ACV que transformaría su vida en un reto, y hoy se encuentra aún en rehabilitación por las secuelas.
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La vida de Hugo Valdiviezo cambió radicalmente hace cinco años cuando sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) que lo dejó en coma y con secuelas físicas y emocionales profundas. Valdiviezo, en su vida previa era un trabajador incansable en la construcción y en otros oficios, recorriendo la Argentina entre el norte y el sur en busca de nuevas oportunidades, pero sufrió un ACV que transformaría su vida en un reto, y hoy se encuentra aún en rehabilitación por las secuelas.
Antes del ACV, Hugo Valdiviezo vivía en Abra Pampa donde nació, aunque pasó años trabajando en Santa Cruz. Allí, su vida giraba en torno a largas jornadas de trabajo que lo ayudaban a enfrentar sus problemas personales, pero también a alejarse de ellos. Fue en esa época que al regresar a visitar a sus padres recibió las noticias más duras de su vida, la muerte de su madre, quien no resistió los tratamientos de diálisis, y el trágico asesinato de su padre, quien fue atacado mientras trabajaba como chofer. Estos golpes lo sumieron en una profunda depresión que lo llevó a caer en una vorágine de autodestrucción con el alcohol.
Un día, en medio de esta etapa de descontrol, Valdiviezo sufrió el ACV. El accidente lo dejó en coma, y cuando despertó, su vida nunca fue la misma. La parálisis parcial en su pierna y brazo izquierdo y la dificultad para hablar fueron solo algunas de las secuelas que le dejaron el ACV. La vida que había conocido hasta ese momento parecía haberse esfumado. Ya no podría volver al trabajo en la construcción ni emprender largas jornadas de panadería, y el esfuerzo físico que su vida laboral exigía quedó atrás, dejándole en manos de sus hermanos, quienes decidieron traerlo a San Salvador de Jujuy para recibir el cuidado y la rehabilitación necesarios.
Actualmente, Hugo asiste todos los días al Centro Jure en Alto Comedero, donde participa en diversas actividades de rehabilitación y gracias al apoyo de los terapeutas y sus compañeros de rehabilitación, aprendió a canalizar su energía en nuevas habilidades. "Hacemos macetas, rompecabezas y otros objetos que vendemos en ferias, como en la reciente exposición de concientización sobre el ACV", comentó con orgullo. Estos trabajos manuales le permitieron descubrir talentos y fortalezas que desconocía.
Aunque Valdiviezo no ha recuperado completamente su movilidad, y su limitación física le impide aspirar a empleos de gran esfuerzo, encontró en su comunidad un apoyo esencial. "Mi hermano y mi familia siempre me están ayudando", afirmó agradecido. Hoy, además de la pensión que recibe, realiza trabajos temporales en una heladería y ocasionalmente se anima y hace algunas changas.
Este proceso de adaptación y superación fue duro. Valdiviezo reconoce que su vida nunca será la misma y que algunas pérdidas son irreparables, como la de su hija, quien también falleció. Sin embargo, su mirada está puesta hacia adelante. "No hay forma de echar para atrás; siempre luchando", aseguró, resuelto a seguir adelante y a aprovechar cada día para.
Su vida ahora es un homenaje a la resiliencia. Al mirar atrás, reconoce que el dolor de las pérdidas fue el desencadenante de su caída, pero también la razón por la que hoy lucha cada día. En la cancha, jugando al hándbol o fútbol con sus compañeros de rehabilitación, Hugo se siente vivo nuevamente a sus 44 años. A través de su historia, Valdiviezo relata detalles que pueden llegar a servir para crear conciencia sobre la importancia de la salud y el bienestar emocional. Porque si algo le enseñó esta experiencia es que, aunque el camino sea difícil, siempre es posible encontrar una razón para seguir adelante.
El tiempo es clave para evitar secuelas
El accidente cerebrovascular (ACV) es una patología neu‑ rológica que se caracteriza por una alteración de la circula‑ ción cerebral y puede ser de dos tipos, isquémico, cuando se produce una obstrucción de los vasos del cerebro y existe pérdida súbita de flujo sanguí‑ neo. El otro tipo es el ACV he‑ morrágico, causado por la ruptura de vasos que causa el sangrado o hemorragia alrede‑ dor o dentro del cerebro. Según los últimos datos de las proyecciones a nivel nacio‑ nal realizada por el estudio de‑ nominado Estepa, en Argenti‑ na el 2% de la población ma‑ yor de 40 años vive con secuelas de un ACV previo, lo cual representa a más de 340 mil personas.
“A su vez, se cal‑ cula que anualmente se pro‑ ducen entre 50.000 y 60.000 nuevos casos de ACV. De allí la importancia de reconocer los síntomas y actuar rápida‑ mente para evitar la muerte en algunos casos y en otros redu‑ cir la discapacidad”, dijo el jefe de Neurología de Fleni Sebas‑ tián Ameriso.
Sobre el ACV hemorrágico la médica Virginia Pujol Le‑ reis, subjefa del Centro Inte‑ gral de Neurología Vascular de Fleni comentó que se produce en el 10-15% de los casos de ACV y se asocia a tasas de mortalidad de entre el 40% y el 50% a los 30 días. “Si bien ha habido grandes avances en torno a los tratamientos de los ACV isquémicos como la trombolisis endovenosa o la trombectomía mecánica; en lo que refiere a la atención del ACV hemorrágico esta no se ha desarrollado de la misma manera, hasta hace poco tiem‑ po”. Por ello, el Código de ACV Hemorrágico busca pro‑ porcionar una atención más rápida y coordinada, funda‑ mental para mejorar los resul‑ tados en estos pacientes.